Mucho se equivocan esos machitos tras una pantalla o fuera de ella si creen que nos van a sorprender y mucho menos ofender acusándonos de todos los males del mundo mundial. Nosotras: las brujas, las manipuladoras, las malas malísimas y por supuesto las culpables de todo. Un papel, un mantra tan manido y escuchado a lo largo de nuestras vidas que nos suena a disco rayado. Y sí, tal vez en algún momento de nuestras existencias nos lo hayamos creído o nos haya hecho sentir mal, pero mirar chatos, ya no. Porque hemos leído y estudiado sobre feminismo, escuchamos a las que llevan muchos años en esta lucha, hemos reflexionado sobre nuestras vidas, hemos analizado esta sociedad patriarcal en la que vivimos, y lo más importante: nos hemos unido las unas a las otras. Y hemos comprendido que no somos las culpables de los males del mundo sobre todo porque comprendemos por qué el patriarcado quiere que así sea. Les somos más útiles culpables, pero ya os digo, que eso se acabó.
En nuestro ideario colectivo tenemos a grandes culpables tan dispares como pueden ser Eva y Yoko Ono. Lo único que tiene en cuenta el patriarcado para hacernos culpables es que seamos mujeres. Y a nuestras costillas va todo: nuestros actos, y los de los demás también. Sobre todo curiosamente (o no) los actos de nuestra pareja (si es hombre) y los de nuestros hijos e hijas. Nosotras, las responsables, las culpables, las malas.
Sabemos cómo funciona el tema, por eso no nos sorprende. Hay multitud de ejemplos, pero uno de los más visibles es el siguiente: se culpa a la pareja de un futbolista del rendimiento de éste. Como si fuera ella la que se pone las botas y sale al campo, vaya. Lo vimos con Sara Carbonero, lo vimos con Edurne, vimos cómo insultaban a Shakira para ofender a su pareja y hace pocos días lo hemos visto con Sara Sálamo. Esto nos muestra dos cosas. La primera que se asume a estas mujeres como extensiones/pertenencias de sus parejas, atacan a algo que consideran propiedad de dicho futbolista para ofenderle a él sin pensar que pueden también ofender a otra persona. A ellas. Pero para este tipo de individuos queda claro que nosotras no importamos. La segunda es que la culpa siempre es nuestra, la culpa de lo malo por supuesto. Si el futbolista en cuestión rinde como se espera de él nadie va a decirle a su pareja que hay que ver lo bien que juega este chico desde que está contigo. Pero al contrario sí.
Y todo esto en pleno año 2020, mando este balón directo a la portería de aquellas personas que siguen negando que existe la violencia machista.
Nosotras nos apoyamos entre nosotras, tenemos nuestra red. A todas las mujeres que os veis en este tipo de situaciones/acusaciones, estamos con vosotras. Cuando leemos comentarios de este tipo también ponemos los ojos en blanco y pensamos: de verdad qué fatiga. Y respondemos. Pero en esos espacios a los que nosotras no llegamos ahí entráis al campo de juego vosotros. Amigos, compañeros, que no sabéis muy bien qué tenéis que hacer en toda esta movida del feminismo pero sabéis que tenéis que hacerlo y sobre todo queréis. O tal vez sí lo sabéis, pero os cuesta. Sabemos que es difícil, pero tenéis que señalar y criticar en vuestros espacios este tipo de comportamientos. A lo mejor os quedáis sin algún “amigo” pero estaréis jugando limpio.
A lo mejor estáis más cómodos siendo delanteros que defensas, pero la próxima vez que presenciéis cómo se usa a una mujer para atacar a un hombre o justificar su comportamiento, decirle a quien corresponda que por ahí no, sacarle la tarjeta roja. Tienen que ver que la barra libre para cometer este tipo de faltas se ha terminado. Ser más vigilantes que el VAR. Que nosotras sólo somos dueñas y responsables de los partidos que nosotras jugamos. Y que las reglas de este juego las estamos reescribiendo para que sean justas para todos y todas.
Queridos aliados: jugamos en distintos campos, pero en el mismo equipo. Y si jugamos bien y colaboramos este partido lo vamos a ganar. Sin duda.
Artículo de opinión de Patricia Ballesteros Sánchez-Infantes, representante de la Plataforma 8M Toledo