Para quienes trabajamos sobre los años de la II República en Toledo, en el Archivo Municipal hay un documento que, entre otros, tiene la condición de imprescindible. Se trata del padrón correspondiente a 1935. Gracias al mismo podemos saber quiénes eran los toledanos y toledanas que residían aquí en aquel tiempo, dónde vivían y qué profesión tenían. También permite conocer aquellos hombres y mujeres que unos meses después se enfrentaron al infierno de la guerra civil. En la hoja número 450 del mismo, correspondiente a la casa número diez de la Travesía de San Torcuato, llama la atención el empadronamiento de una familia inglesa integrada por Ernesto Trenchard Barratt y Gertrudis Willie Stepheno, así como sus seis hijos, dos hijastros y un huésped, Santos García Rituerto.
Hace años, Mariano García Ruipérez, director del Archivo, me llamó la atención sobre ellos, dejándome sobre la mesa el reto de intentar saber quiénes podrían ser estos extranjeros y qué harían en Toledo, toda vez que no se trataba de una estancia circunstancial en la ciudad, pues al finalizar el año 35 ya llevaban dos años asentados aquí. Realizando limpieza entre los papeles conservados en cajas y carpetas, recuperé no hace mucho esa hoja y, por fin, decidí averiguar algo sobre ellos, bien para seguir guardando la fotocopia del documento entregado por Mariano o hacerla un gurruño antes de arrojarla a la papelera. Esta es su historia.
Ernesto Trenchard nació el 10 de abril de 1902 en Woodley, una ciudad del sudeste de Inglaterra que mediados los años veinte alcanzó renombre por la construcción de una fábrica de aviones, Phillips & Powis Aircraft Ltd., y un aeródromo militar muy utilizado durante la II Guerra Mundial.
Hijo de labradores, desde niño mostró un gran interés por la literatura y el estudio, aficiones que se acrecentaron durante los dos años que permaneció en cama tras sufrir un accidente. Estudió en la Universidad de Bristol, licenciándose en Ciencias. Concluida su formación universitaria, conoció a Thomas W. Rhodes, misionero evangelista que trabajaba en España, inculcándole el interés por nuestro país.
Desde el año 1907, Rhodes atendía espiritualmente al núcleo evangelista de Madrid articulado en torno a una capilla y unas escuelas abiertas en la calle Trafalgar, en el barrio de Chamberí.
Bautizado como evangelista a los quince años, en 1924 Trenchard fue encomendado por las Asambleas de Hermanos –movimiento de renovación evangélica surgido principios del siglo XIX en Gran Bretaña y otros países- para venir a España y ayudar en su labor pastoral a Rhodes, trabajando en Málaga, Arenas de San Pedro y Toledo, a donde llegó en 1933. En este viaje vino a acompañado de otro misionero, Arthur S. Chappell, quien en un primer momento se asentó en Orense. En 1929, ambos fundaron la revista El Joven Cristiano que mantuvo su publicación hasta 1936. En sus páginas, Trenchard realizaba la sección “Casos y cosas”, en la que escribía comentarios de actualidad aderezados con reflexiones bíblicas.
La llegada de Trenchard a España coincidió con la instauración de la Dictadura del general Primo de Rivera, quien, con la anuencia de Alfonso XIII, se erigió como la autoridad encargada de liderar la “salvación de la patria”. Hombre de fuertes sentimientos católicos, aunque de moral y costumbres disolutas, apoyó sin cortapisas a la Iglesia. Este respaldo supuso un periodo restrictivo para que los protestantes españoles pudiesen mantener sus prácticas. Cierto es que permanecieron abiertas la práctica totalidad de sus iglesias y escuelas, si bien no pudieron hacerlo nuevos centros.
Multado por Primo de Rivera
Una de las peculiaridades del Directorio Militar fue la supresión de las leyes constitucionales, por lo que las comunidades evangelistas, como otras muchas de todo tipo, debían solicitar permiso gubernativo para la celebración de sus reuniones extraordinarias, no siendo fácil obtener dicho placet. Sus publicaciones, además, estaban sometidas a censura, lo cual dificultaba la libre difusión de sus doctrinas. En 1928 entró en vigor un nuevo Código Penal, donde dejaba a las minorías no católicas en un plano de inferioridad, contemplándose, por ejemplo, que la celebración de sus ceremonias fuera de los templos conllevaba penas de entre tres y seis años de cárcel. El propio Ernesto sufrió en primera persona las consecuencias de esta política restrictiva.
Ocurrió en noviembre de 1927 en la localidad de Sotillo de la Adrada, en el Valle del Tíétar. Allí falleció Juan Blázquez, anciano seguidor evangelista, quien había manifestado de manera inequívoca querer ser enterrado en el cementerio civil de su localidad. Aunque indiferentes a dicha doctrina religiosa, sus hijos accedieron a tal voluntad, participando Ernesto en el sepelio, debiendo sortear distintas trabas para poder cumplir con los deseos del finado, de las cuales él dejó testimonio escrito en una carta que meses después remitió a El Evangelista, publicación editada en Barcelona.
“Fuimos a Sotillo un día de lluvia torrencial, y después de alguna oposición conseguimos permiso para seguir adelante bajo nuestra responsabilidad. Nos cambiaron la hora de las dos a las tres, pero en lo demás nos dejaron libres. El cambio de hora fue ordenado por el Señor, pues a las dos, mientras estábamos en la casa mortuoria la lluvia era abundante, pero a las tres, cuando ya terminábamos la reunión en la casa, que estaba llena de gente, la lluvia cesó y el sol comenzó a brillar”.
“Siendo este –añadía Trenchard- el primer entierro civil de persona mayor de edad en Sotillo, se despertó mucho interés y centenares de personas acompañaron al cadáver. El pequeño cementerio civil se llenó de acompañantes y algunos se sentaron sobre la pared. Otros curiosos subieron a los olivos en los campos lindantes para contemplar la escena. Cantamos un par de himnos apropiados y dos hermanos hablaron brevemente de la gloriosa esperanza del creyente en Cristo. El cura y el sacristán estaban escuchando en el otro cementerio y supimos después que estaban haciendo grandes esfuerzos para dañarnos […]”
Transcurridas varias semanas, y cuando Ernesto pensaba que todo el revuelo se había olvidado, poco antes de la Navidad recibió una carta del gobernador civil abulense diciéndole que debía pagar una multa de 25 pesetas por haber dirigido la palabra al público asistente al entierro de Blázquez. Contestó el misionero dando su versión de los hechos, pidiendo que se le perdonase la multa o que al menos se demorase su pago hasta obtener respuesta a su recurso. No consiguió nuestro protagonista contestación, sino que las autoridades locales recibieron instrucciones para que fuese detenido y cumpliera cinco días de arresto en la cárcel de Piedralaves, condena que hizo efectiva durante el mes de abril de 1928, desde donde escribió la carta transcrita.
En marzo de 1927, Ernesto había contraído matrimonio en Madrid con Gertrudis Willie, a quien conoció en la asamblea protestante de la calle Trafalgar. Ella era viuda y madre de dos hijos.
Con la llegada de la II República, las minorías religiosas encontraron un periodo de mayor libertad para su desarrollo. No hemos de olvidar que la Constitución de 1931 estableció que el Estado no tenía religión oficial. En esos tiempos, en España había unos 20.000 protestantes, con doscientos lugares de culto, un centenar de centros docentes, dos hospitales y varias publicaciones. Indalecio Prieto, uno de los líderes más destacados del socialismo español, había sido alumno en uno de estos colegios en Bilbao.
De su experiencia proselitista en esos años, Trenchard dejó testimonio en su libro Escenas de la vida misionera, editado en 1932 en inglés y traducido al castellano hace ya más de una década.
De Arenas de San Pedro a Toledo
En el año 1933, el matrimonio Trenchard se trasladó desde Arenas de San Pedro a Toledo, estableciéndose en el número 10 de la Travesía de San Torcuato y registrándose él como periodista y profesor. A su llegada ya tenían cinco hijos propios más los dos de Gertrudis. El 28 de marzo de 1935, la familia aumentó con el nacimiento de Frederick Stanley. Además de su labor misionera por diferentes lugares de España y amistad con miembros de comunidades establecidas en localidades de nuestra región como Tomelloso, Valdepeñas o Alhambra, durante el primer semestre de 1936 Ernesto publicó su libro Cuadernos de notas diarias, breves comentarios orientativos para la lectura de la Biblia.
También trabajó en la preparación de un curso por correspondencia, sobre el texto bíblico de la “Carta a los romanos” y en sus colaboraciones en revistas.
El huésped que aparece consignado junto a ellos en el padrón municipal citado es Santos García Rituerto, nacido el 1 de noviembre de 1913 en Arenas de San Pedro. Registrado como viajante, también era miembro de la comunidad evangélica, en la que servía como colportor (persona dedicada a la distribución de publicaciones, libros y folletos religiosos). Aficionado a la poesía, algunas de sus obras eran publicadas en El Joven Cristiano.
En julio de 1935 Ernesto y Gertrudis viajaron a Inglaterra, demorando él su regreso hasta el mes de octubre. Al año siguiente, el 21 de junio, Gertrudis dio a luz en Toledo una nueva hija, Hope. Apenas contaba la pequeña con un mes de vida, cuando él marchó a Barcelona para impartir unas conferencias. Era el 17 de julio de 1936, horas antes de que parte del Ejército se sublevase contra el Gobierno de la República.
Hasta el mes siguiente, Ernesto no pudo regresar a Toledo y reunirse con su familia. Días después, y contra su voluntad, el matrimonio siguiendo directrices del cónsul de Inglaterra en Madrid, regresaron a su país. En Toledo dejaron todas sus pertenencias, perdiendo tanto éstas cómo las esperanzas de obtener la nacionalidad española.
Al iniciarse la guerra civil, una mayoría de las comunidades protestantes españolas se posicionaron a favor del legítimo gobierno de la República, si bien en ese alineamiento influyó, también, la cuestión geográfica de su ubicación, según su territorio hubiese sido controlado por uno u otro bando. Rápidamente, en algunos países se crearon comités de apoyo a los protestantes españoles, los cuales pudieron ejercer su acción más fácilmente en el lado republicano, pues en el otro, la pujanza del nacional catolicismo impuesto por los sublevados no posibilitaba esa intervención.
Una casa de acogida y ambulancias de apoyo a los refugiados
Desde su Inglaterra natal, el matrimonio Trenchard siguió con interés el desarrollo de la guerra en España, implicándose en distintos movimientos de ayuda a los refugiados, como la casa de acogida “The Spanish Refugee Home” abierta en Merriot o “The Scottish Ambulance”, unidad de ambulancias escocesas para al traslado de republicanos desde nuestro país a Gran Bretaña. En 1939 organizó el Comité Evangélico de Socorros, visitando en el sur de Francia a los exiliados encerrados en campos de concentración.
Finalizada la guerra, en julio de 1939, aprovechando su condición de súbdito extranjero regresó a España junto a un grupo de refugiados. En Madrid tuvo conocimiento del trágico destino que habían tenido algunos de sus hermanos evangélicos. En la capital intentó ganarse la vida como profesor de idiomas, mientras tanto Gertrudis permanecía en Inglaterra al frente de un colegio en Bournemouth.
Tras una breve estancia en Madrid, Ernest regresó a su país. En 1940 obtuvo las licenciaturas de Filología Española y Francesa. A causa de un accidente, en 1944 le fue amputada una pierna. Dicha circunstancia no fue óbice para que volviese una vez más a España.
Una vez terminada la II Guerra Mundial, el régimen de Franco, intentando acercarse a los países vencedores como Estados Unidos e Inglaterra, comenzó a levantar la mano respecto a las actividades de los protestantes en nuestro país, algo que suscitó las críticas de la Iglesia Católica y de Falange, cuyos militantes asaltaron algunos de los centros evangélicos reabiertos. Al amparo de esta leve apertura, el matrimonio Trenchard regresó a España, estableciéndose en Barcelona, ciudad desde la que Ernest mantuvo una intensa actividad en el campo de la formación, creando los Cursos de Estudios Bíblicos y la editorial Literatura Bíblica, así como la revista El Camino. Gracias a su empeño formó un amplio equipo de colaboradores de misioneros tanto españoles como extranjeros.
Exégesis y exposición bíblica
Entre 1953 y 1968 presidió la Alianza Evangélica Española, de la que surgió la Comisión de Defensa Evangélica, entidad que pretendía poner en valor el trabajo y creencias de esta minoría religiosa en un país abrumadoramente católico. También fue presidente de la Unión Bíblica, organización orientada a la acción misionera para la formación de jóvenes y adolescentes, así como promover la lectura de la Biblia. En 1964 se trasladó a Madrid, manteniendo una poderosa influencia en el protestantismo español. Falleció en la capital el 12 de abril de 1972, siendo enterrado en el cementerio civil de Madrid. Al año siguiente murió Gertrudis, siendo inhumada junto a él.
Años después de la muerte del matrimonio Trenchard, en 1990, falleció en Sevilla Santos García Rituerto, el colporter que vivía en ellos Toledo. Tras la guerra civil trabajó como traductor de inglés y francés en la base americana de Morón, en Sevilla, permaneciendo vinculado a los movimientos evangélicos y sus asambleas, colaborando con sus poesías en distintas publicaciones. Algunos de estos textos fueron recogidos en una antología publicada en 1983 por la Fundación Evangélica “Reina Valera”.
Ernesto Trenchard dejó publicados más de una veintena de libros, con gran dedicación a la exégesis y la exposición bíblica. En 2019 el historiador Tim Grass, especializado en la influencia de los misioneros ingleses en el protestantismo español, publicó el libro Ernesto y Gertrudis Trenchard: la enseñanza que permanece.