Los abuelos de Rosa vivieron una historia trágica. Una más de quienes fueron represaliados en la posguerra. Y desde entonces, el silencio. “Sabíamos que lo habían matado en la guerra. Pero no en qué condiciones. No sabíamos que lo habían sacado de su casa y lo habían tirado a una cuneta”, explica Rosa. Cuenta esta parte de su historia familiar el mismo día que le tomaban las muestras de ADN para identificar correctamente a su abuelo, Agustín Felipe Labrado.
Si no fuera por las redes sociales y el trabajo del investigador e historiador en ciernes Francisco González, la historia de Agustín hubiera quedado relegada al olvido en las afueras de la pequeña localidad toledana de Mesegar de Tajo. Pero gracias a una insistencia voraz en la difusión de su trabajo, a Rosa alguien le dijo que buscaban a un hombre con el mismo nombre de su abuelo. “Y así empezó todo”, recuerda. “Me contó toda su investigación. Y yo no sabía nada, ya no íbamos casi al pueblo”, resalta.
Como en muchas familias, el tema era algo casi prohibido. Un susurro apenas en las vidas de dos generaciones de descendientes. Agustín era el padre de su padre, quien “no hablaba de nada de lo que pasó”. “Yo creo que tenía un trauma”, razona la nieta. Volver a sus orígenes, la posibilidad de poder enterrar a su abuelo, ahora es una “aventura nueva” en su vida. “Todo lo que estoy descubriendo me parece fascinante. No sabíamos nada”, recalca.
El que puede ser el cuerpo de su abuelo se encontró junto a los restos de otra persona, a las afueras de Mesegar de Tajo. José Luis Arrogante, alcalde del PSOE desde hace décadas en la pequeña localidad toledana, explica que en el pueblo “se sabía” que había cuerpos de personas sepultados a la entrada del pueblo, en una de las cunetas. “Había quien decía que ahí estaban dos fusilados de la guerra, un señor y un chaval”, explica. Gracias a los operarios que trabajaron en la zona, durante una obra, la localización de la fosa se hizo más sencilla. “Se tenía en cuenta, pero al final, se fue dejando”, explica el alcalde.
Gracias a estos pequeños fragmentos de memoria local, que se mantiene viva en el boca a boca, Francisco González comenzó a indagar en la vida de estas dos personas, cuando solo eran una idea, un símbolo de la represión. Empezó por preguntar a las personas más mayores del pueblo. “Fueron ellos los que me dijeron que había una fosa sin localizar con dos cuerpos”, explica. Solo se sabía de cuatro fusilados, que fueron asesinados en los años 70'.

Rosa Labrado, al centro, acompañada por su hijo, Alberto, de blanco a la derecha. En la foto, también representantes de la Asociación Manuel Azaña, Junta de Comunidades y del Ayuntamiento de Mesegar de Tajo/ Imagen: JCCM
Sin archivo municipal ni padrón
En el Archivo Histórico Militar de Madrid encontró nuevas referencias. Consejos de guerra que mencionaban a fusilados sin localizar en Mesegar de Tajo. “Encontré los primeros datos. El que hacía referencia al abuelo de Rosa”, explica. La otra persona, Timoteo Higuera, no dejó descendientes porque tenía apenas 17 años cuando fue fusilado.
Pero se encontró con un muro. El archivo municipal de la localidad fue destruido y no había información previa a 1940. Ni padrón municipal, ni datos de empadronados. Logró encontrar un vínculo en el padre de Timoteo, que era afiliado a UGT y también miembro del PSOE. “Apareció un chaval que había nacido 1918 y que no tenía fecha de muerte”, explica Francisco. Luego encontró documentación de un consejo de guerra en el que se reconocía que Timoteo era susceptible de ser fusilado.
Por su parte, Agustín era un hombre que había nacido en Domingo Pérez y que se asentó en Mesegar de Tajo, donde se casó y tuvo dos hijos. Uno de ellos era el padre de Rosa, Vicente. “La historia es muy triste. La mujer de Agustín vivió veinte años prácticamente al lado de su fosa”, resalta.
En general, los familiares quedaron muy apartados del pueblo, por “razones obvias”. El propio padre de Agustín llegó a ser teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Carrinches, muy cerca de Mesegar, era afiliado a UGT y murió en Talavera de la Reina.
Para realizar su investigación, Francisco acudió al Consejo de Memoria de Castilla-La Mancha, donde le propusieron que contactara con la Asociación Manuel Azaña para realizar los trámites y poder seguir adelante con la exhumación de la posible fosa, que finalmente fue localizada. Nada de esto es casualidad. Él mismo trabajó en las labores para intervenir en la fosa de su bisabuelo, en la provincia de Huelva. “Lógicamente, hablamos de derechos humanos. Es importante que estas indignidades se resuelvan”, señala.
La asociación Manuel Azaña tomó el relevo de Francisco y cuantificó el proyecto haciéndose eco de las investigaciones de González. “Aprovechamos también que la familia de Agustín había pedido la exhumación”, explica Ignacio Cabello, miembro de la asociación.
Subvención de la Secretaría de Estado de Memoria Histórica
El proyecto consiguió una subvención de la Secretaría de Estado de Memoria Histórica, y dos años después han podido llevar a cabo la exhumación; también se contemplan las pruebas de ADN y la entrega de los cuerpos a las familias dentro de las ayudas conseguidas. La asociación planea entregar los restos de Timoteo al mismo Ayuntamiento de Mesegar de Tajo, para que se realice un memorial o se dignifiquen de alguna manera, al no tener familia.
“Es una manera de reconstruir tu historia, una historia que no sabías que tenías”, reflexiona Rosa, la nieta de Agustín. “De no saber nada, a encontrarte con todo. Me quedé alucinada”, remata.