Son tantos los diagnósticos que tiene José Lorenzo, que no puede contarlos todos. Asbestosis, pleuritis (inflamación de la membrana que recubre los pulmones), enfisema pulmonar... Se mira las manos mientras habla de los problemas de salud que le ha traído la exposición al amianto durante su vida laboral.
José Lorenzo Zuñiga fue uno de los asistentes al Congreso Nacional del Amianto, celebrado este sábado 16 de noviembre en Toledo y cuyas primeras conclusiones se conocerán este lunes. No es la primera vez que va a un congreso de este tipo, pero aclara que ha venido al toledano porque disfruta de la ciudad. "Si hubiese sido en Bilbao, a lo mejor no iba", bromea. Ha venido con su mujer y su hija.
Zuñiga es miembro desde 2019 de Ananar, la asociación navarra de víctimas del amianto. Las consecuencias que tuvo en su salud la exposición al asbesto le obligaron a jubilarse a los 51 años. ¿Dónde trabajaba? En una fábrica de galletas, que primero era familiar y luego pasó a ser multinacional.
"Me puse malo y me fui al médico. Me dijeron vete a tu médico de cabecera". Y así empezó todo. Pero no son solo los problemas de salud que le aquejan los que le han preocupado. "He estado años sin decir nada. No te atreves, piensas que te vas a morir. Yo pensaba que me iba a morir al día siguiente de jubilarme", reflexiona sentado en el Congreso. De fondo, la mesa específica de personal sanitario, en la que el doctor Antonio Agudo sentenciaba: "Todas las formas de amianto son cancerígenas".
Zuñiga ha sido siempre un hombre de monte. Cazador. "Siempre he andado mucho. Quince, veinte kilómetros, cualquier día", recuerda. Pero un día ya no. Un día ya no pudo seguir el ritmo a sus compañeros con los que salió de montería. Y otro día se cayó y tuvo que ir al hospital, donde le hicieron unas placas. Y de ahí al médico de cabecera, y después al especialista.
"Ahí empezó todo". Hace 20 años, recuerda José Lorenzo, no había tantos medios como ahora. El asbesto que le hizo enfermar era el que rodeaba los grandes hornos de la fábrica de galletas, y se utilizaba para impedir que saliese el calor de los mismos. Cuando el material se deformaba por las altas temperaturas, lo tenían que sacar. "Lo sacábamos a sacos, y luego esos sacos los tirábamos", recuerda.
Su pulmón izquierdo está tan afectado por la asbestosis que es "como que casi no tuviera". Cuando llegó el momento de su diagnóstico, recuerda, solo pensaba que se iba a morir. "Ves las placas y ves el pulmón y... Es lo que piensas. Que te vas a morir", recuerda.
Su vida cambió radicalmente, de trabajar 12 horas al día a parar por completo al día siguiente. Al principio todavía podía andar, paseaba con su mujer, 4 o 5 kilómetros, incluso 8. "Salíamos y volvíamos y hacíamos 16 kilómetros en un solo día. Después ocho. Y luego, cuatro", recalca. Pero ya el año pasado se cayó en una acequia y "por poco tienen que llamar a la grúa para sacarme". "No podía brincar para salir", se lamenta. Ha intentado seguir saliendo a cazar, eso sí.
José Lorenzo se mira las manos cuando habla del estado en el que está, en la enfermedad que lo aqueja. Se pone nervioso cuando habla de su situación. Insiste en que ha venido al congreso en Toledo porque le gusta la ciudad. "Porque creo que ya tengo suficiente información. A veces saber lo que tienes es mucho peor", concluye.