Bares, restaurantes, hoteles, cines, albarderías y, ahora también, librerías. El toledano Fernando Riaño continúa actualizando su blog en el que está recopilando centenares de locales de la capital castellanomanchega durante el siglo XX, al que añade ahora estos establecimientos para los amantes de la lectura.
Este mes de noviembre, el pasado día 11, se celebraba precisamente el Día de las Librerías. No se trata de simples locales donde se venden libros. Son parte de la cultura y de la identidad de la ciudad, lugares visitados por miles de personas atraídas también por las actividades que se producen en ellas o incluso por su decoración.
Riaño recopila en un detallado artículo buena parte de estos "espacios cercanos, modernos y en continua evolución" que crean "comunidades en torno al libro y la lectura". La primera que cita es la imprenta-librería de Severiano López-Fando, que abrió sus puertas en la calle Ancha hace 175 años.
Recuerda el autor que en el siglo XIX también era habitual adquirir los libros directamente en las imprentas donde nacían, aunque también se hacía en quioscos o puestos ambulantes. "Nos podemos imaginar estos negocios con un mostrador en la entrada, detrás del cual, el librero atendía sin que el público pudiera tener acceso director a los libros", detalle.
En las calles más céntricas del Casco
La vida comercial de la ciudad se desarrollaba en las calles y plazas más céntricas del Casco Histórico, "y las librerías no eran la excepción", indica Riaño, que enumera algunas de las que existían ya en los años 30 y 40 del XIX: la de Blas Hernández y Hernández en la plaza de las Cuatro Calles, la de Juan Bueno en la calle Ancha o las de Felipe González y la de Soria en la calle de la Feria (actual Chapinería).
"Estas librerías ofrecían, además de novelas y clásicos de la literatura, libros de temática religiosa, política, de derecho, o científica como, por ejemplo, el manual completo preservativo del cólera-morbo", detalla el autor del blog, que señala que también ofrecían algunas suscripciones a publicaciones periódicas que salían de la imprenta de José de Cea, la primera ubicada en la calle de la Plata y luego en la de la Trinidad.
A las ya mencionadas, se irían uniendo a mitad del siglo XIX otras librerías como " la de Mariano Lozano, en la Cuesta de Pajaritos, la de Agustin Estupiña Bataller, en la Calle Ancha, y la de Pedro Mateos en la calle de la Feria (Chapinería)". En este punto recopila también uno de los anuncios de la librería de López-Fando publicado en la revista La Conciliación, en el año 1866.
Riaño conmemora también algunas cererías que más tarde comenzaron a combinar la venta de libros y objetos de escritorios como las ubicadas en la calle Ancha, la de Plaza, que luego fue de Montes, y la de Celedonio Martín-Ambrosio Gálvez (en el actual número 35), precisa.
En el artículo también cita, ya más a finales del siglo XIX, la apertura de otras librerías como la de Hilario Hernández, la de Hermanos Menor o la de Alejandro Villatoro Pinilla. Donde actualmente se ubican las tiendas de 'Marcianos', 'Coquette' y 'La Casa de las Carcasas', la ciudad de Toledo contaba con tres librerías juntas, destaca.
Librerías del siglo XX
Ya a principios del siglo XX, en 1911, se instaló la llamada Imprenta Moderna de Antonio Garijo Borque. En 1917 lo hizo la Librería Escolar de Aniceto González Carpio en la calle Ancha, el mismo año en que "cerró definitivamente Viuda de J. Peláez e Hijo, que recordamos, era la sucesora de la de López-Fando", indica Riaño.
Del año 1927 cita la Librería Universal, de Mario Coba Alonso, y en los primeros años 30, señala que Clemente Garijo de Gracia abre su librería en la calle Comercio, que se mantuvo hasta la década de los 80 con Sagrario Heredero. En plena Guerra Civil abrió también la librería religiosa Viuda de Martínez Vega.
En el año 42 lo hizo la Librería Anticuaria de Balaguera, en la calle Cardenal Cisneros, "una de las más recordadas por su aspecto medieval". Y a finales de la misma década abrieron también sus puertas la conocida como Centro de Periódicos, librería-papelería Ortega o la de Guzmán Salvador en la calle Santo Tomé, así como la librería de ocasión El Oeste.
La Librería Pastoral, en 1967, la de Julio Briones o la De la Cruz, son otras de las que dan continuidad al listado que ofrece Riaño, que recuerda igualmente la librería Fuenteovejuna en la calle Santa Fe, que luego sería Hojablanca -cuya actividad se trasladó después al actual local- y actualmente el local lo regenta la editorial Cascaborra, especializada en cómics sobre historia.
Tiempo, Espejo, Librería Universitaria o Librería Judaica darían paso también a los establecimientos que se fueron creando en con la apertura de la ciudad en otros barrios como el Polígono, Palomarejos, Santa Teresa o Buenavista. Riaño no se olvida de las librerías más actuales que siguen promocionando la lectura y la cultura en la ciudad con este homenaje en un blog que sigue rescatando parte de la memoria de Toledo.