
Unas chicas migrantes enseñan cómo trenzar el pelo para crear un peinado característico de su cultura en una jornada de sensibilización en Toledo / Rodrigo Abad
Ibrahima Traoré es un refugiado guineano licenciado en Ciencias Políticas que está afincado en Toledo. Llegó a Guadalajara en el año 2018 y posteriormente se estableció en la capital regional. Cuenta que abandonó su país por "motivos políticos" ya que trabajaba como "asesor de una activista que lucha en República de Guinea contra la violencia de género, la mutilación genital femenina o los matrimonios forzados".
"No me quedó más remedio que salir de mi país para salvar mi propia vida", explica Traoré, que recuerda que su propia familia provocó que tuviese que convertirse en refugiado. “Conspiraron contra mí, porque hablar y estar en contra de temas como la mutilación femenina o los matrimonios forzosos es como tentar a la normativa y a la ley, más siendo un chaval joven. Mi familia fue el detonante, pero después se convirtió en un problema de Estado”.
Fue beneficiario de protección internacional, ya que no puede volver a su país por la persecución que sufre, y continúa trabajando como voluntario en diferentes organizaciones sin ánimo de lucro. Ibrahima va a presentar próximamente su libro Diplomacia, diplomacia de defensa: seguridad colectiva y defensa común del África negra contra dominaciones externas, y lo hará este jueves 26 de junio a las 18:30 en la Biblioteca de Castilla-La Mancha que se ubica en el Alcázar de Toledo.

Ha sido uno de los participantes en un encuentro de sensibilización ciudadana celebrado en Toledo, en el marco del Día de las Personas Refugiadas, que se celebra el 20 de junio. Varias organizaciones sin ánimo de lucro se daban cita en el parque escolar limítrofe al Circo Romano en la ciudad.
El encuentro, además de servir como espacio para que la ciudadanía conozca las historias de estas personas refugiadas, también ha funcionado como zona de reunión para todas aquellas personas que comparten una historia: se vieron obligadas a abandonar su país para buscar una vida con mejores condiciones o porque su vida peligraba. Aprovechaban para participar también en diferentes actividades como un taller de henna, el juego de la petanca, un bingo o un taller de decoración de bolsas de tela -también conocidas como totebags-.
La jornada ha sido organizada por Cruz Roja Española, Movimiento por la Paz, Provivienda, Accem, Diaconía, Cáritas y Médicos del Mundo.

Una de las actividades de cuentacuentos desarrollada por migrantes y refugiados en un encuentro de sensibilización en Toledo / Rodrigo Abad
Testimonios de refugiados y migrantes en Toledo
Al igual que Ibrahima, Miguel Valdivieso se convirtió en un preso político en Venezuela y tuvo que abandonar su país. Señala que vino a España hace seis meses después de solicitar asilo político porque era dirigente de un partido político en aquel país, compañero de María Corina Machado -también exiliada en España-. “Cualquier persona disidente del régimen es perseguida en mi país. Después de las elecciones del 28 de julio de 2024 tuve que salir por lo que se denomina un 'Camino Verde'. Desde entonces, por el estrés que sufrí durante la persecución padezco hipertiroidismo”, explica. Además, relata que sus compañeros que no pudieron salir ahora están en prisión.
Varias personas han compartido su historia con este medio, como Codou, una joven senegalesa de veinte años que llegó a España en 2023. “Salí de Senegal en un barco y tardé siete días en llegar hasta Tenerife.” Nos explica que después fue a Barcelona y finalmente se estableció en Toledo, gracias a Cruz Roja. “Estoy aprendiendo español, poco a poco. Empecé en Barcelona, pero es bastante difícil. Estoy buscando trabajo, yo estudié hostelería y pastelería, así que me gustaría trabajar de eso”, comenta.
Llegué con mi tía en un barco junto a otras cincuenta personas, más o menos. Fue muy difícil", Mariam — Migrante senegalesa
Otra joven senegalesa que ha participado en este encuentro es Mariam, de 18 años. Nos explica que llegó a España en septiembre de 2023, concretamente a El Hierro: “Llegué con mi tía en un barco junto a otras cincuenta personas, más o menos. Fue muy difícil”, comenta dirigiendo la mirada al suelo, como si se sintiese incómoda recordando ese episodio de su vida. Sin embargo, cada vez conoce más el idioma y ha aprendido a hablarlo con bastante fluidez. Durante la conversación nos explica que le gustaría estudiar peluquería y estética y trabajar como manicurista.
En el caso de Vlodomir, un médico ucraniano de 68 años, que vivía en Yalta (Crimea) cuenta que se marchó huyendo del conflicto entre su país y Rusia que todavía sigue latente. Está en España desde hace diez meses: “Me fui porque no sé cuándo acabará la guerra. Estoy solo, no tengo a nadie allí, no me queda familia. Vine avión, aunque también en coche y autobús”, explica, aunque todavía encuentra bastante barrera con el idioma.
Me fui porque no sé cuándo acabará la guerra. Estoy solo, no tengo a nadie allí, no me queda familia. Vine avión, aunque también en coche y autobús", Vlodomir — Refugiado ucraniano
Krisley, una venezolana de 38 años, decidió abandonar su país para buscar una vida mejor. “La escasez de los recursos me sobrepasó. Tenía tres trabajos y cubría doce horas laboralmente, algo que era completamente insostenible. No sabía si venir a España o a Estados Unidos, pero elegí España porque no quería pasar por los problemas que existen en la frontera”.
Dejó Venezuela en noviembre de 2023 y desde entonces ha tenido varios trabajos para poder mantener a sus padres que sufren enfermedades degenerativas. “En Venezuela la sanidad es privada y es muy costosa, sobre todo cuando son patologías que conllevan muchos cuidados”.
Tuve malas experiencias, en empleos donde no me pagaron o tuve problemas de violencia, pero ahora con el programa de la organización en la que estoy quiero volver a encontrar un trabajo digno", Krisley — Migrante venezolana
En su relato dice que para las personas migrantes encontrar un empleo es complicado en España: “Tuve malas experiencias, en empleos donde no me pagaron o tuve problemas de violencia, pero ahora con el programa de la organización en la que estoy quiero volver a encontrar un trabajo digno”.
Carlos de la Puente: “El refugio es un derecho”
Desde las diferentes organizaciones sin ánimo de lucro que han estado presentes en este encuentro social han explicado las diferentes iniciativas con las que cuentan para ayudar y posibilitar la integración de los refugiados y migrantes en la sociedad. Cruz Roja Española, Accem, Provivienda, Movimiento por la Paz y Diaconía llevan a cabo el 'Programa de acogida para solicitantes y beneficiarios de protección internacional'. Se trata de un programa con casi 500 plazas de acogida, de las cuales en Cruz Roja Española cuentan con 75 en Castilla-La Mancha.
El referente de Cruz Roja Española en Toledo, Carlos de la Puente, ha explicado que “el refugio es un derecho. Nadie se va de su país porque quiere, sino para labrarse un futuro mejor y sobre todo olvidar lo que han pasado”. Además, subraya que para ser beneficiario de la protección internacional “hay que cumplir los requisitos que marca la Ley de Asilo, como por ejemplo venir de un ambiente de guerra, ser una persona que pertenece al colectivo LGTBIQ+ en países donde está penado por ley y se es perseguido, y también por asuntos políticos o religiosos”, explica.

Encuentro de conmemoración del Día de las Personas Refugiadas en Toledo el 24 de junio / Rodrigo Abad
El programa de acogida lleva activo desde 2016 y en Cruz Roja Española han atendido “en torno a mil personas”, señala De la Puente. Además, expone que en los últimos meses “la mayoría de personas migrantes y refugiados que llegan son personas solas o familias monomarentales de Sudamérica”.
Tanto Mariam como Vlodomir forman parte de un programa de asilo de la Plataforma de Acción Social Diaconía, ubicado en la localidad toledana de Seseña, que posibilita la inclusión de las personas refugiadas en la sociedad y, que en este caso, les están enseñando español.
Patricia Cerrada, profesora de castellano de esta plataforma nos cuenta que actualmente tiene un grupo de seis personas de diferentes edades con los que desarrolla varias actividades para aprender nuestro idioma: “Aprender nuestra lengua es lo más importante para ellos, ya que eso les va a dar acceso a tener un empleo, tener una vivienda o poder seguir estudiando”, explica. Se trata de clases “muy personalizadas, es muy íntimo y cómodo para ellos, porque lo hacemos en un salón, tomamos un café o merendamos. Tenemos personas de muchas nacionalidades y este entorno les ayuda a apoyarse los unos con los otros”.