La situación generada por la pandemia y su heterogéneo impacto en la sociedad ha impulsado la reflexión sobre el modelo de ciudad impulsado en determinados territorios que, como en el caso del Casco Histórico de Toledo, tienen una vinculación muy estrecha con el turismo y se han visto afectados de manera particular por la crisis socio-económica derivada de la COVID-19. 'Visitantes y residentes. Nuevas lógicas de convivencia para un turismo sostenible en Toledo' (Toletum Revolutum) es el título del libro con el que la antropóloga Isabel Ralero Rojas pretende en este sentido incentivar el debate sobre el futuro de la capital castellanomanchega, y en particular de su barrio antiguo, desde una perspectiva comunitaria.
"Las crisis al final son oportunidades para pensar y repensarnos, esos paréntesis indefinidos que nos permiten replantearnos las cosas", afirma Ralero, doctora en Antropología Social, humanista y mediadora comunitaria, en una entrevista con Toledodiario.es con motivo de la publicación de este trabajo. Su bagaje profesional, su propia experiencia personal como nativa de este enclave histórico o su participación en iniciativas para mejorar la convivencia en el mismo le han incitado a cuestionar la dependencia del turismo en la ciudad y a realizar aportaciones prácticas para avanzar hacia un modelo sostenible que permita recuperar también el sentimiento de comunidad y de barrio que, subraya, ha perdido parte de la ciudadanía del Casco Histórico.
En este sentido, apunta que "mucha gente se ha dejado de identificar con el Casco, con lo que significaba en su infancia, y ahora lo ven como una ciudad incómoda". Se trata de la evolución de una identidad colectiva, de las narrativas que han ido definiendo la imagen de la ciudad y del desarrollo del turismo en Toledo que plasma en este libro. En él, recoge parte de las anotaciones que realiza en el cuaderno que siempre lleva consigo y de la documentación y el estudio que ha llevado a cabo buceando en el Archivo Municipal, consultando fuentes o conservando con profesionales vinculados a este ámbito.
Explica que en un principio la idea era elaborar un artículo que analizara esta visión del turismo como "elemento clave y definitorio del bien común" establecido en la ciudad y que reta con una mirada que apuesta por un cambio de modelo. "Como nativa, entiendo la lógica de todo y lo he compartido. Pero como antropóloga me cuestionaba hasta que punto estar así, con esta lógica de depender el turismo, y de dónde venían históricamente estas raíces", indica Ralero, que constató que todo el material que había recopilado se desbordaba para un solo artículo y requería de un análisis más profundo que le ha llevado finalmente a publicar este libro.
"Creo que era el momento también, por aprovechar esta situación de crisis y reflexionar un poco más sobre dónde vamos y si esto tiene sentido o si tiene más sentido poner más énfasis en las necesidades de la población local y cómo conectamos eso. La crisis no se ha vivido de la misma manera en los distintos barrios de Toledo y eso nos tiene también que hacer pensar. Al final es hacer débil a la ciudad si la hacemos tan dependiente de fuerzas tan externas a ella y que no dependen de nosotros. Es para replantearse el modelo de ciudad", resalta Ralero, que subraya que el cierre de comercios y establecimientos que conectaban con la población local a lo largo de los últimos meses se vive también "como una pérdida de tu propia identidad".
Así, considera que el período que vivimos actualmente es "una oportunidad para repensar" y "sobre todo, vincular el desarrollo del turismo con el desarrollo comunitario de la ciudad". "Es la otra pata en la que creo de manera profesional y personal, en la intervención comunitaria y en el poder de la comunidad para ir desarrollando y marcando sus propios objetivos y afrontando sus propios retos. Que no nos lo den resuelto y que nos permitan a las poblaciones ser parte de sus soluciones", asevera la autora al tiempo que matiza que las propuestas que lanza en 'Visitantes y residentes' pretenden "generar debates y procesos participativos más amplios que luego se doten de contenidos con la gente que vive aquí".
¿Desde cuándo es Toledo una ciudad turística?
"Creo que fue un proceso, no un momento clave, no me gusta fijar fechas. Tenía un profesor, Martínez Gil, que nos enseñó a ver todas esas imágenes que se habían generado en la ciudad. Tiene un estudio muy interesante sobre esa evolución que analiza la pérdida de la supuesta capitalidad -en detrimento de Madrid- y el sentimiento que generó en el toledano hacia sus vestigios y sus glorias pasadas. Parte de la necesidad del toledano por recuperar su antiguo esplendor y desde ahí hay cierta tendencia a querer demostrar y rivalizar por otras ciudades para que sea reconocida internacionalmente. Se han utilizado muchas imágenes y también se ha falseado mucho la historia con esa finalidad", explica Ralero.
En este contexto, menciona también "la doble consideración" que supuso la declaración de Toledo como Ciudad Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco en 1986 y el impacto que tuvo en la confirmación de la identidad de la ciudadanía. "Desde el punto de vista simbólico y vinculado con los procesos de identidades colectivas, evidentemente hubo una repercusión concreta. La imagen de la ciudad de las tres culturas forma parte de las imágenes que se venden y es un poco el segundo problema: cuando estas se convierten en objeto económico que vender. Eso es muy difícil de controlar o manejar".
No obstante, sobre esta distinción, apunta igualmente que le parece "significativo cómo mucha gente de la ciudad antepone el significado que tiene ser Ciudad Patrimonio de la Humanidad por encima de la actividad económica". "Eso ha calado en nuestro sentido de pertenencia, esa parte me ha parecido muy interesante y tendría que profundizar más en ella. Me interesa quienes dicen que más allá de lo económico la gente viene a ver qué bonita es la ciudad, me interesa más que la parte económica", subraya la humanista.
¿Qué turismo predomina en la ciudad?
Sobre esta cuestión, Ralero describe que "siempre ha existido un deseo de un turista culto y se ha deseado dar la imagen de una ciudad culta". "Lo que he descubierto escribiendo este libro, como nativa, es que en ese proceso de querer generar una ciudad culta hemos dejado atrás a mucha gente, personas que te cuentan que no se sienten vinculadas con la ciudad. Al final, ¿qué queremos?¿un turista o un residente de elite?? Un concepto que hemos manejado los residentes muchísimo es el de las 'manadas' de turistas".
Se trata de situaciones que se asemejan a "otros procesos de exclusión" y que, en este caso, se envuelven entre pensamientos y sensaciones negativas hacia "el turista que viene la ciudad y no hace gasto". "Alomejor no se trata de querer que un turista gaste o no sino de que haya un turismo educativo, que sea bueno y de calidad. Hay muchas cosas que replantear dependiendo del modelo que queremos. Si queremos un modelo social y de desarrollo sostenible no podemos tener una ciudad de élite".
"No podemos perdernos la oportunidad de reflexionar y avanzar a otro modelo. Creo que las instituciones tienen bastante predisposición. Veo un desánimo generalizado pero también percibo un sentimiento de resignación de esperar a que esto pase para que vuelvan a venir los turistas. Y quizás hay que cambiar esa lógica, que es lo que da vida a un lugar", describe Ralero, que recalca que todas las teorías relativas al turismo sostenible "dejan claro que para que sea sostenible tiene que pasar por una mayor implicación de la población local". "Es un indicador claro y hasta ahora no ha existido. La crisis nos ha servido a todos, a residentes, instituciones y comerciantes. El miedo que tengo es que esto pase y todo vuelva otra vez a lo de antes".
¿Limitar el turismo para hacerlo más sostenible?
En base a este análisis, la antropóloga plantea diversas alternativas para dignificar de los y las turistas y su relación con la ciudad: "Hay muchas ciudades que han hecho este proceso de reflexión y nosotros tenemos que hacer el nuestro". Así, entre las propuestas que realiza en el libro, se apunta a la participación social, al diseño de planes y programas de regeneración urbana y turística, a medidas de control sobre la producción de imágenes culturales relacionadas con representaciones o imágenes de la ciudad, a trabajar la percepción de la población del local sobre el turista -y viceversa- o establecer acciones innovadoras sobre turismo socialmente responsable y sostenible.
Como ejemplo que lanza a debate, habla de la posibilidad de limitar el número de visitantes por franjas horarias o por zonas de tránsito. "Es tan fácil como que las propias empresas limiten los turistas que ponen a la vez en una misma hora y lugar. Hay muchos monumentos cerrados a cal y canto, pero esto ya lo ha dicho mucha gente antes que yo", destaca Ralero, que cree que "el problema fundamental es que no tenemos un proyecto común como ciudad". "Falta saber cuáles son nuestra prioridades y qué queremos cuidar. No es el máximo beneficio a toda costa y de cualquier manera. Hay que vivir y mostrar la ciudad pero que sea una oportunidad para que la relación entre visitantes y residentes cambie".
Una oportunidad que, de poder contar con los instrumentos y las herramientas de las que dispone profesionalmente en otras comunidades en las que desarrolla labores de intervención comunitaria, se correspondería con su "sueño profesional". "Poder aplicarlo a un reto tan fundamental de nuestra propia ciudad y de nuestro barrio como podría ser ese me encantaría. De todas formas hay muchas iniciativas que se están llevando a cabo y van en esta dirección. Hay mucha gente que cada vez lo tiene más claro y que está apostando por la mirada comunitaria para resolver cosas".
"Que hagamos comunidad y barrio es lo que va a dar sostenibilidad a la población residente y nos va a permitir vivir con una calidad de vida como en otros barrios. Que podamos tener infraestructuras básicas, que no nos tengamos que ir a buscar servicios básicos a otros barrios y que exista una población real. No somos una ciudad de cartón piedra, somos una ciudad viva y las cosas vivas hay que regarlas, si no se marchitan", reflexiona Ralero sobre estas nuevas lógicas de convivencia que queda por ver si tienen futuro en la ciudad de Toledo.