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El proceso sin pruebas contra el “izquierdista y peligroso” Félix Urabayen

Nació en 1883 en Ulzurrun (Navarra) y llegó a Toledo en 1911 como catedrático de Literatura de la Escuela Normal de Magisterio, de la que sería su director. Fue acusado falsamente por el franquismo de la incautación del tesoro artístico de la ciudad

16/06/2025 Enrique Sánchez Lubián

2025, AÑO DE MEMORIA Y LIBERTAD

Félix Urabayen / Imagen: Asociación Manuel Azaña

A las cuatro de la tarde del domingo 30 de abril de 1939, justo un mes después de terminada la guerra civil, el policía David del Campo Pavón se personó en la Brigada Político-Social de la Jefatura Nacional de Seguridad presentando al escritor Félix Urabayen, quien había sido director de la Escuela de Magisterio toledana.

Le había detenido poco antes en la Puerta del Sol de Madrid y le acusaba de ser uno de los principales marxistas de Toledo, así como responsable de la incautación del tesoro artístico de la ciudad. Ninguna de esas imputaciones era cierta, pero ello no fue óbice para que durante meses Urabayen permaneciese apresado, siéndole instruido un procedimiento sumarísimo de urgencia en el que las autoridades toledanas -esas “larvas” que él había censurado en sus novelas- apostaron por verle condenado.

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Desde el punto de vista literario, el siglo XX toledano tiene un nombre propio: Félix Urabayen Guindo. Nació en 1883 en Ulzurrun (Navarra) y llegó a Toledo en 1911 como catedrático de Literatura de la Escuela Normal de Magisterio, de la que luego sería su director.

Portadas de las novelas que conforman la trilogía toledana de Félix Urabayen

En nuestra ciudad compaginó la docencia con la creación literaria, siendo autor de una trilogía esencial para comprender el devenir toledano en aquellos años: 'Toledo: piedad', 'Toledo la despojada' y 'Don Amor volvió a Toledo'. En ellas, retrató de manera crítica, simbólica y mordaz la realidad de una sociedad decaída, anclada en glorias pretéritas, remolona ante los avances del progreso y carcomida por algunos aprovechados -“larvas”, les llamó él- que representaban lo más granado de la mesocracia local y que querían beneficiarse de la ciudad.

A ese respecto, el jurista Javier Malagón, exiliado al término de la guerra civil y quien en su adolescencia trató y tuvo conversaciones con Urabayen, recordaba en 1965 cómo sus libros se recibían en Toledo entre la indignación de unos y las sonrisas de otros, añadiendo que algunas personas los escondían en armarios, bajo llave, para que permaneciesen fuera del alcance de los pequeños, evitando que conociesen esos textos donde se “describían las lacras y úlceras que corroían” a la milenaria ciudad castellana.

Mitin de Manuel Azaña en febrero de 1936 en el Teatro de Rojas, figurando Urabayen en la mesa presidencial del citado mitin / Foto: Rodríguez

En Toledo, Urabayen también hizo política en las filas del republicanismo liderado por Manuel Azaña, con quien le unían lazos de amistad y a quien dedicó otra de sus obras, 'Tras de trotera, santera', en la que abordaba la ilusión con que la población española acogió la proclamación de la II República. Ese compromiso le llevó a formar parte de la candidatura del Frente Popular en las elecciones legislativas de febrero de 1936, no siendo elegido diputado.

“Izquierdista y peligroso” para la causa nacional

Natural de Olías del Rey, David del Campo Pavón ejercía como agente del Cuerpo de Inspección y Vigilancia de Toledo desde años antes de iniciarse la guerra. Simpatizando con los golpistas, se encerró en el Alcázar bajo las órdenes del coronel Moscardó. Unas semanas después, el 12 de agosto de 1936, el ministro de la Gobernación, general Pozas, firmó una orden cesándole, al igual que a otros trece compañeros de la plantilla policial toledana. Tomada la ciudad por las tropas franquistas, se unió a las nuevas autoridades.

Bajo juramento, declaró que conocía a Urabayen desde hacía unos veinte años; que era “elemento muy izquierdista”, “íntimo amigo personal” de Azaña, hasta el extremo de haberlo llevado en su propio automóvil a un mitin celebrado en el Teatro de Rojas; que había escrito varias obras de “tendencia marxista”, como 'Tras de trotera, santera', en la que hacía un panegírico de las ideas izquierdistas; que había sido uno de los dirigentes de la “dominación roja en Toledo”; y que, por datos que había obtenido tras salir él del Alcázar, era miembro del Comité de Incautación del Tesoro Artístico de Toledo.

Por si semejantes acusaciones no fuesen suficientes, añadía que a la entrada de las tropas franquistas se encontraron dos maletas propiedad de Urabayen cargadas de alhajas que “no le dio tiempo a llevarse consigo al abandonar la ciudad”, y que tenía la sospecha, sin poder asegurarlo, de que pertenecía a la masonería.

A la vista de todo ello, declaraba que nuestro protagonista, por su cultura y escritos, era “un elemento izquierdista muy peligroso para el Régimen”. Y aunque le consideraba incapaz de cometer personalmente hechos delictivos, procedió a detenerlo por ser persona completamente opuesta “a los principios que informan el Glorioso Movimiento Nacional”.

“Espíritu amargado, dado a la murmuración y a la crítica”

Coincidiendo con el testimonio de Del Campo, el entonces alcalde de Toledo, Fernando Aguirre, remitió un informe al juez militar insistiendo en la peligrosidad de Urabayen “para la causa nacional”. Dicho escrito consideraba al escritor navarro “como un desaprensivo, objeto de desdén por parte de las personas de solvencia moral, siendo un espíritu amargado, que él llamaba melancólico, y eternamente dedicado a la murmuración y a la crítica”.

Se añadía que, en el aspecto profesional, inspirado por la Institución Libre de Enseñanza, otra 'bicha' innombrable para el franquismo, era el elemento más apropiado para una colaboración efectiva en los tristes designios del Frente Popular. Se indicaba, también, que como catedrático había contribuido a la formación de maestros que en el futuro serían una “garantía” para la revolución marxista, contando para ella con la infancia encomendada a su educación.

Por si cuanto hemos relatado fuera poco, el alcalde Aguirre, quien ya había ostentado tal cargo durante la Dictadura de Primo de Rivera y también se encerró en el Alcázar junto a los sublevados contra la República, añadía nuevas denuncias contra Urabayen. Señalaba que tanto en sus colaboraciones en 'El Sol', periódico fundado por Nicolás María de Urgoiti en 1917 y considerado uno de los más influyentes de la época, como en sus obras literarias, empleaba sistemáticamente frases y conceptos “tendenciosos” y en “desprestigio” de militares y sacerdotes, trasladando a sus lectores una labor “pre-revolucionaria”.

Como ejemplo de ello, citaba lo escrito sobre un personaje de 'Don Amor volvió a Toledo', cadete en la Academia militar toledana: “Es muy posible que el anhelo de este conquistador en embrión fuese volar hacia Cuba, donde por aquellos días empezábamos a dejarnos zurrar la badana con la legendaria bizarría característica del Ejército español”.

A todo esto se sumaba algo que en la primera página de esa novela aún impacta al leerlo: “Se terminó esta obra el mismo día en que estalló en España la intentona fascista. El autor no ha querido tocar ni una línea del original, aun sabiendo que lo que fueron audacias ayer serán ingenuidades mañana”.

Como refrendo a las acusaciones antirreligiosas, Aguirre aportaba el testimonio de una carta remitida por Urabayen a Ángel Ossorio y Gallardo, exministro de Fomento y representante destacado de las derechas católicas republicanas, en la que le decía: “Qué lástima que no fuese V. nuestro cardenal toledano, en vez de ese pobrecito y decorativo Segura [arzobispo de Toledo desde 1927 y crítico con la proclamación de la República], curita de misa y olla”.

Idénticos argumentos se recogen tanto en los informes del gobernador civil, Manuel Casanova, como del jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en Toledo, añadiéndose algunos detalles más, como que Urabayen puso el nombre de 'Villa Azaña' a una finca que adquirió, que estaba totalmente apartado de la religión y que formó parte de los “intelectuales que favorecieron al Frente Popular con su intervención”.

Con todo esto en su contra, Urabayen afrontó la instrucción del sumario contra él en la prisión madrileña de Conde de Toreno, cerca de la plaza de España, por la que también pasaron Miguel Hernández, Antonio Buero Vallejo y los dibujantes guipuzcoanos Pedro Antequera Aizpiri y David Álvarez Flores, quienes le retrataron leyendo un libro en su celda. También estuvo recluido en la prisión de las Comendadoras.

Considerando que estos cargos eran absurdos y fruto de la mala fe de quienes le denunciaron, María Rosa, hija de Urabayen, solicitó con insistencia que se decretase la prisión atenuada para él y pudiera permanecer recluido en el domicilio familiar, petición que, tras ir disolviéndose una a una las distintas acusaciones enunciadas, consiguió año y medio después de ser detenido, en noviembre de 1940.

Nada tuvo que ver con la incautación del patrimonio toledano

Iniciada la guerra, Urabayen apenas permaneció unos días en Toledo. Con protección de Francisco Barnés, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, marchó a Madrid horas después de que Moscardó proclamase el estado de guerra en la ciudad. Se daba la circunstancia de que el escritor y el militar eran vecinos en la plaza de Santa Clara.

Fachada del Hotel Castilla, propiedad de la familia política de Urabayen y en cuyos sótanos se refugió al inicio de la guerra civil / Foto: Thomas. Archivo Municipal de Toledo

El cocinero Rafael Pérez García declaró en el sumario que, nada más iniciarse el conflicto, Urabayen, junto a su familia y otras personas –entre ellas él- se refugiaron en un sótano del Hotel Castilla, propiedad de los suegros de nuestro protagonista, hasta que pudo salir de la ciudad. Respecto a las dos maletas con alhajas, a las que había aludido el policía Del Campo, se trataba de bienes personales, entre ellos sus arras matrimoniales, que Mercedes Priede, esposa del escritor, depositó en el gobierno civil para asegurarlas ante posibles saqueos.

La ausencia de Urabayen de Toledo hacía imposible que hubiese podido participar en la incautación que se le imputaba y además, había prueba documental de ello.

A la entrada de las tropas de Varela en la ciudad se recuperó un acta firmada el 4 de septiembre de 1936 por el entonces gobernador civil, José Vega López, y otros dirigentes del Frente Popular, dando cuenta de la recogida de 61 piezas de orfebrería del Tesoro de la Catedral Primada ordenada por el presidente del Consejo de Ministros, José Giral, que fueron depositadas en una cámara de seguridad del Banco de España. Urabayen no figuraba entre los firmantes. Semanas después, el juez Cándido Conde Pumpido inició un procedimiento contra treinta y seis personas, entre ellos varios dirigentes políticos del Toledo republicano, acusándoles del robo de alhajas y objetos artísticos; tampoco estaba entre ellos.

Pese a tales evidencias, durante la guerra determinados sectores siguieron intentando implicar a Urabayen en esas acciones. El dos de marzo de 1938, desde las páginas del diario 'El Alcázar' se decía que, pese a haber denunciado en sus novelas las mermas del patrimonio toledano, “cuando el despojo de Toledo alcanzó durante la barbarie roja tremendos extremos”, como dirigente de Izquierda Republicana no influyó para evitarlo.

A su llegada a Madrid, Urabayen declinó exiliarse a México y estuvo residiendo un tiempo en el Hotel Florida, en la plaza de Callao, en el que se alojaron la mayoría de los corresponsales extranjeros, entre ellos Ernest Hemingway y John Dos Passos. El 26 de septiembre, horas antes de la toma de Toledo, marchó a la zona de Levante. En su propia declaración ante el juzgado que instruía su sumario, dijo que en repetidas ocasiones fue requerido por responsables del Frente Popular para sumarse al “movimiento revolucionario”, algo a lo que no accedió por “creer que el hecho de ser republicano y liberal no me obligaba a ser cómplice de ladrones y asesinos”.

Entre quienes censuraron su 'huida' de Toledo estaba Manuel Aguillaume, presidente del Comité de Milicias y jefe provincial de Correos, quien recriminó a César García Lombardía, director general de Primera Enseñanza, que se 'premiase' a Urabayen con un destino profesional en Levante. El responsable ministerial respondió a esta queja justificando la actitud de nuestro protagonista por ser “un pobre hombre con mucho miedo” y que cuando se normalizase la vida en Toledo sería cesado.

Frente a los testimonios inculpatorios, emanados desde las instancias oficiales de Toledo, en el sumario contra Urabayen encontramos otros de compañeros de profesión o del ámbito cultural que sí ponían la mano en el fuego por él.

El aval del falangista Víctor de la Serna Espina

A principios del mes de septiembre de 1939, declaró Víctor de la Serna Espina, director del diario 'Informaciones', compañero de estudios de Urabayen y quien, como inspector de Enseñanza Primaria, había estado destinado en Toledo en los años 20.

En su testimonio dijo que su amigo no había tenido “carácter de militante activo de la política”, sino que era “un romántico con las taras de la generación del 98”, manteniendo un carácter moderado dentro de ella. Restaba importancia al aspecto crítico de sus obras, rebajando el mismo a un tono humorístico, dentro de la “natural deformación debida a su formación intelectual”.

Resaltaba que en un principio había permanecido al grupo de Marañón, Ortega y Pérez de Ayala, fundadores de la Agrupación al Servicio de la República, si bien luego secundó a Azaña “más por la aureola de intelectual que en aquella época acompañaba al funesto político que por sentir sus ideas”.

Víctor de la Serna, director de 'Informaciones', y Fernando Aguirre, alcalde de Toledo dos testimonios discrepantes sobre la “peligrosidad” de Urabayen / Imagen: Enrique Sánchez Lubián

De la Serna concluía su declaración diciendo que no le creía capaz de cometer sustracciones de ninguna clase, que le constaba que no había colaborado con el “gobierno rojo” y abogaba por que se le concediese la prisión atenuada en su domicilio, asegurando que nunca eludiría la acción de la justicia y ofreciéndose él mismo a garantizarla.

Este testimonio tenía un gran peso, pues De la Serna, hijo de la escritora Concha Espina, era un falangista reconocido, habiendo desempeñado un destacado papel en la Oficina de Prensa y Propaganda de los golpistas en Salamanca y atribuyéndosele la invención del apelativo de 'el Ausente' para referirse a José Antonio tras su fusilamiento. En los primeros años 40 fue uno de los artífices en las relaciones entre España y la Alemania nazi, a la que viajó en varias ocasiones.

En su propia declaración, Urabayen también rebajaba el tono crítico de sus obras, asegurando que sus referencias a determinados sectores sociales eran de carácter “humorístico y simbólico” y que si alguna vez éstos aparecían como “deformados o exagerados”, a modo de “caricaturas”, su intención era honrada y de respeto. En cuanto al llamativo prefacio de su obra 'Don Amor volvió a Toledo', señalaba que el mismo se había querido utilizar “torcidamente” y que no quiso cambiar nada de su contenido para no convertirla en una obra mediatizada por las circunstancias vividas a raíz del golpe de Estado del 18 de julio.

El sumario se completó con declaraciones de Aurelio Díez Mathieu, director de la editorial Espasa Calpe, en la que Urabayen había publicado algunas de sus obras, quien relató que durante los meses que el escritor estuvo en Madrid no había tenido ninguna colaboración con los 'rojos'. Añadía, también, que estando ya en Alicante, él y Manuel Olarra, gerente de la editorial, quisieron embarcar para pasarse a la ¡zona nacional', siendo detenidos por la policía y quedando poco después libres gracias a las gestiones a su favor realizadas por Urabayen. Desde Argentina, país adonde luego se había marchado, Olarra certificó este comportamiento.

Mercedes Wehrle Vidal, profesora de matemáticas y compañera de Urabayen en la Normal de Toledo, aportó testimonio de distintas intervenciones profesionales suyas en las que jamás adoptó decisiones guiado por criterios políticos, aunque con ello perjudicase a correligionarios o personas allegadas a su partido. Indicaba, también, que su hija María Rosa, antes citada, había pertenecido a la Federación de Estudiantes Católicos de Toledo, con la aquiescencia de su padre. Elvira Méndez de la Torre, compañera docente que había dirigido la Escuela Normal de Maestras antes de la guerra y quien en 1926 fue la primera mujer concejala en el Ayuntamiento de Toledo junto a Pilar Cutanda, declaró que jamás trató con Urabayen más cuestiones que las profesionales y sólo sabía, de referencia, que pertenecía a Izquierda Republicana.

José Argüelles Vázquez, profesor que compartió clases con Urabayen en la localidad alicantina de Pedreguer, donde también recaló el escritor navarro, dijo que no colaboró con los 'rojos', extremo corroborado por Juan Tomás Roselló, presidente de la comisión gestora del municipio, quien declaró que el uno de abril de 1939, día en que finalizó la guerra, Urabayen se presentó a las nuevas autoridades poniéndose a su disposición como funcionario público.

En esos testimonios se manifestaba que en tierras alicantinas, Urabayen solía escuchar emisoras del bando nacional, transmitiéndoles sus noticias. Como refrendo de ello, varios vecinos aportaron al sumario un aval con sus propias firmas. Idénticas valoraciones sobre su buen comportamiento allí fueron aportadas por la Guardia Civil y la jefatura local de Falange.

Novelas “difamatorias” de la gloriosa e imperial Toledo

En marzo de 1940, un año después de su detención, el comisario jefe de Toledo comunicaba al juez militar que cuantas gestiones se habían realizado para determinar la participación de Urabayen en la incautación del Tesoro Artístico habían sido infructuosas. Este informe coincidió, prácticamente, con la declaración que al respecto realizó Francisco de Borja San Román, director del Archivo Histórico Provincial de Toledo, quien dijo no creer que el profesor investigado hubiese tomado parte en hechos delictivos.

Conocidos todos estos testimonios, y practicadas cuantas diligencias fueron consideradas oportunas, el 26 de diciembre de 1941, el Juzgado Militar de Ejecutorias de Aranjuez decretó el sobreseimiento provisional de la causa contra Urabayen. Su procesamiento, por cierto, se vio dilatado y enmarañado administrativamente al implicar a varias auditorías territoriales. Unos días antes, David del Campo Pavón, el policía que le detuvo en la Puerta del Sol, había sido ascendido a comisario de segunda clase.

Urabayen leyendo, dibujado en la cárcel de Conde de Toreno por el caricaturista Pedro Antequera Aizpiri

Al salir de la cárcel, enfermo, Urabayen buscó el refugio y el calor de su familia en Navarra, regresando luego a Madrid, donde falleció el 8 de febrero de 1943 en su domicilio de la calle Modesto Lafuente. Nada se dijo en la prensa toledana de su muerte, en la que unas semanas antes se recordaba que sus obras, al igual que 'La Catedral' de Blasco Ibáñez, 'Doña Martirio' de Mauricio López Roberts o 'Sor Lucila' de Ortega Munilla, conformaban un grupo de novelas “difamatorias en alto grado de nuestra gloriosa e imperial ciudad” ('El Alcázar', 26 diciembre de 1942).

Después de fallecido, el juzgado de primera instancia e instrucciónde Toledo mantuvo abierto durante varios meses el expediente de responsabilidades políticas contra Urabayen, mientras que su esposa e hija litigaban por recuperar los bienes materiales ligados al Hotel Castilla que les habían sido incautados. Lo lograron en agosto de 1946.

María Rosa Urabayen, Juan Ignacio de Mesa (alcalde de Toledo) y Luis Béjar (concejal de Cultura) en el homenaje rendido al escritor en 1982 en el ayuntamiento toledano / Foto: Archivo Municipal de Toledo

Huelga decir que durante la larga noche franquista, sus novelas, como había recordado Javier Malagón, quedaron arrumbadas en el fondo de camaranchones y sótanos. Restos de sus ediciones podían ser rebuscados en librerías de lance o en puestos de la Cuesta de Moyano. Restablecida la democracia, el Ayuntamiento de Toledo le dedicó la plaza de San Agustín, donde abría sus puertas el Hotel Castilla.

En esos años, escritores e investigadores como Hilario Barrero, Juan José Fernández Delgado, Luis Béjar, Isabelo Herreros o Jesús Fuentes contribuyeron con sus estudios a recuperar la figura y la obra de Urabayen para la historia cultural toledana.

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Publicado en: Destacado, Noticias Toledo

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