Entre las causas básicas de la despoblación se sitúa la falta de recursos para atender las necesidades de las personas que viven en un determinado lugar. El acceso a la sanidad o la educación, además, son derechos básicos establecidos en nuestra propia Constitución. Bajo esta premisa, Aldeanueva de San Bartolomé, una pequeña localidad de 414 habitantes perteneciente a la comarca de la Jara y que se ubica en el límite de la provincia de Toledo y Extremadura, ha luchado en los últimos años por mantener vivo un colegio que se cerró cuando tenía 7 alumnos y alumnas durante la etapa del PP al frente del Gobierno de Castilla-La Mancha (2011-2015).
Su alcalde, Ángel de Bodas López (PSOE), se empeñó en poder reabrir este centro que es una de las tres secciones que componen el Colegio Rural Agrupado (CRA) ‘La Jara’ junto a las de Campillo de la Jara y Moheda de la Jara. En 2015, a pesar de “la reticencia” de algunas familias que temían por que pudiera sufrir un nuevo cierre y trastocara la rutina del alumnado que se comenzó a desplazar a Campillo en una ruta de transporte escolar, el colegio volvió a abrir sus puertas con tres alumnos: “Fue una satisfacción muy grande”, recuerda el regidor.
En apenas seis años, la sección de este CRA en Aldeanueva ha octuplicado el alumnado ya que este curso 2021/2022 cuenta con un total de 25 niños y niñas matriculados, los mismos que hay en las otras dos secciones -75 en total-. La cifra aún queda lejos del “más de centenar de alumnos que llegó a tener el colegio”, pero sí supone un crecimiento importante que le ha permitido en los últimos pasar de contar con solo una media jornada de Educación Infantil a tener dos aulas -una de Infantil y otra de Primaria- y tener que abrir este curso una tercera -otra más de Primaria-.
El aumento y la continuidad del alumnado ha sido posible gracias al establecimiento de varias familias en la localidad. Para ello, ha jugado un papel determinante el impulso que ha dado el Consistorio al empleo público como el que generan los planes de empleo, el servicio de Ayuda a Domicilio, la residencia para personas mayores o el centro de salud. “Poco a poco hemos ido dando trabajo y eso lo va sujetando. También hay gente de Madrid que ha venido tras la crisis, pues no podían pagar un alquiler allí y han comenzado a trabajar en la agricultura, la ganadería o la construcción. Lo primero que preguntan antes de venir es si hay colegio”, agrega.
Esta situación ha supuesto que el alumnado de Aldeanueva de San Bartolomé -Aldeanovita- se incremente de manera paulatina cada año y el colegio haya recobrado vida en el último lustro. “Es esencial tener servicios. Colegio, residencia, piscina, pistas deportivas… hace que los jóvenes vengan y se queden aquí a vivir”, remarca el alcalde sobre este municipio que, no obstante, sigue perdiendo población cada año según el INE.
Para contrarrestar la despoblación que sufren, de Bodas reivindica también una apuesta por el balneario que “estuvo funcionando más de 40 años en el pueblo”. “Ahora está paralizado, se llevaron todo lo que había. Hay un proyecto que si se invirtiera en él tendría repercusión en toda la comarca”, afirma, al tiempo que reclama la implicación de las administraciones.
Enseñanza más individualizada en una clase con distintas edades: “Nos ayudamos unos a otros”
¿Cómo funciona un colegio en el que niños y niñas de distintas edades, aunque agrupados en niveles de Infantil -de 3 a 6 años- y de Primaria -de 6 a 12-, comparten aula cada día? Trasladamos estas y otras cuestiones a Begoña Checa Lumbreras, directora del CRA La Jara desde 2019, quien recalca que en estos centros educativos, tanto el alumnado como el equipo docente son “como una familia”. “Nos ayudamos unos a otros. Muchas veces los pequeños aprenden contenidos de los de segundo o tercer”, destaca esta docente conquense que lleva ligada desde el año 2006 al colegio, que tiene su cabecera en Campillo, donde también reside con su familia.
Esta convivencia posibilita también que “en el recreo puedas ver jugar a un niño de 6º de Primaria con otro de 4 años”. “Adaptan sus juegos para que todos puedan jugar. Aquí nos aceptamos todos, sabemos y conocemos nuestras diferencias y en qué podemos ayudar a los demás”, explica Checa sobre las facilidades que se dan en un entorno así para trabajar la inclusión. De la misma manera, contar con clases con ratios mucho más bajas que las habituales en colegios de grandes municipios hace factible también “una enseñanza mucho más individualizada”.
Otro de los aspectos que destacan del colegio rural es la alta participación de la comunidad educativa y la implicación de las propias familias en las actividades y proyectos que realizan durante el curso. Durante el curso, van a las residencias a visitar a los mayores -una actividad que han echado en falta desde que se inició la pandemia- o, por ejemplo, si celebraban Halloween, “las familias llegaban ya disfrazadas por la mañana y salimos haciendo un pasacalles”. “Lo pasamos muy bien quienes vivimos aquí”.
También, el contar con un menor número de alumnos ha facilitado durante el pasado curso la puesta en marcha de las medidas que había que adoptar por la pandemia en los centros. Los grupo de convivencia estable ya eran las propias clases que son habitualmente, la entrada y salida al colegio, con la toma de temperatura o la higiene de manos, ha sido más sencilla que en otros centros o la desinfección de materiales y espacios también resulta menos complicada: “Es más fácil con menos niños”.
Interinidad y refuerzo educativo
No obstante, el funcionamiento de un colegio rural también tiene sus hándicaps. Aunque se trata de una situación que se da en todos los centros educativos, los continuos cambios de profesorado que se dan en cada curso por las altas tasas de interinidad hace que sea “más difícil dar continuidad a proyectos”. “Pero los niños luego se adaptan mucho mejor que nosotros, están acostumbrados a cambiar de profes todos los cursos”, subraya Checa.
En el CRA La Jara los maestros y maestras que hay son también tutores de las aulas establecidas y cuentan con especialistas que itineran con otros centros educativos en Inglés, Pedagogía Terapéutica (PT), Audición y Lenguaje (AyL) o Música. “Antes, cuando teníamos cinco secciones contábamos con maestro de música, AyL a jornada completa… pero al reducir las escuelas nos fueron bajando los recursos”, explica la directora, que precisa que donde “más dificultades” encuentran es en el refuerzo educativo pues comparten el equipo de Orientación con el colegio de La Nava de Ricomalillo.
“El PT lo tenemos a jornada completa pero el de AyL está a media jornada y tenemos varios alumnos que requieren de ese apoyo. Es un poco mi objetivo, que los niños estén bien atendidos”, añade al tiempo que remarca que “el alumnado de la escuela rural tiene los mismos derechos que cualquier otro colegio”. En este sentido, destaca también los recursos que han obtenido en los últimos cursos gracias a la apuesta que hacen por participar en proyectos educativos como ‘Carmenta’ o ‘STEAM’, con los que han podido instalar paneles interactivos o material robótico en las aulas o ser de los primeros centros que dispusieron de conexión de Internet por fibra óptica.
En este colegio rural, a pesar del aumento del número de escolarizados en los últimos años, “no hay problemas de que alguien se quede sin plazas”. Es más, es muy probable que el número total de alumnos -75- aumente a lo largo del curso en las tres secciones. Así lo ha hecho en los últimos cursos también en Moheda y Campillo de la Jara, este último cabecera del CRA a la que también acude alumnado de otros municipios y pedanías como Puerto de San Vicente, Puerto Rey y Minas de Santa Quitería.
Una vez concluyen la etapa de Primaria en este colegio rural, cuentan con dos institutos de referencia: el de Belvís de la Jara para Campillo, donde estudian hasta 4º de ESO y luego hacen Bachillerato en Talavera de la Reina, y el de Oropesa para Mohedas y Aldeanovita. Un paso al que quizás les cuesta un poco más de tiempo adaptarse tras haber pasado sus primeras etapas educativas, como indicaba la directora, “en familia”.