El castillo de Peñaflor que se encuentra en la toledana localidad de Cuerva acaba de ser incluido en la Lista Roja del Patrimonio que elabora la Asociación Hispania Nostra.
En la actualidad se encuentra en ruina progresiva, ya que sólo se conservan tres muros y tres torres, a pesar de que está catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC). La base de los muros se encuentra alterada en algunos puntos, "lo que lo hace peligroso", explica la asociación. Se han perdido casi todas las almenas y la altura original de sus muros, así como los aposentos.
Hispania Nostra recuerda como cuando hizo falta grava para construir la carretera a Gálvez (TO7812-V), "lo que tenían más a mano" era el castillo de Peñaflor por lo que se decidió "demoler su cara este para pulverizar las piedras del siglo XIII y obtener el material necesario".
Corrían entonces los últimos años del siglo XIX; la fortaleza se había abandonado el siglo anterior y parece ser que nadie le vio más “utilidad” que la de cantera de grava. "A fin de cuentas, era más necesaria una carretera que un castillo…", comenta la asociación. Hoy cerca de 800 monumentos españoles "corren el riesgo de desaparecer si no se actúa de inmediato".
La historia del castillo
Construido probablemente en el siglo XIII bajo el reinado de Alfonso X El Sabio, cuando este otorgó a Cuerva el fuero de Sevilla donando el pueblo a esa ciudad.
En el siglo XV compró el castillo y el pueblo el adelantado de Cazorla, Juan Carrillo de Toledo. A finales de siglo, sus herederos vendieron el señorío de Cuerva y el castillo al ilustre caballero Garcilaso de la Vega, comendador mayor de León. A partir de entonces se remodeló, pero los señores de la villa vivieron muy poco tiempo en él.
El castillo no era defensivo, por lo que se fue abandonando y a finales del siglo XVIII los descendientes se habían desentendido de su mantenimiento.
En la actualidad es de titularidad pública, declarado Bien de Interés Cultural por Decreto del 22 de Abril de 1949 y recogido en la Disposición Adicional Segunda de la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español.
El castillo que se levanta sobre una fortaleza menor, poco más que una atalaya, edificada en el siglo XII para controlar las rutas de las invasiones musulmanas. Tenía torres cuadradas en sus ángulos, la del sudeste era la del homenaje.
Lo que se observa hoy fue construido probablemente en la primera mitad del siglo XV. La planta es rectangular, tiene tres torres circulares en sus esquinas y cuenta con una altura de tres plantas, según sus ventanales. Conserva sus frentes Norte, Oeste y Sur hasta los adarves y andamio por todo el coronamiento, de lo quedan sólo los canes.
La entrada al castillo estuvo en el muro Norte, inmediato a la torres. Los muros del edificio son de notable grosor y el aparejo en general de sólida mampostería. En ellos se abren grandes ventanas de arcos rebajados, de ladrillo, que debieron rasgarse en pleno renacimiento para dar más luz y colocar los bancos de piedra que se divisan en el interior. Bajo las torres cilíndricas están las torres cuadradas de la fortaleza anterior, de cal y canto con revestimiento de sillares, macizas y de mayor volumen que las torres señoriales posteriores.
Es un ejemplo de castillo señorial que defiende tanto el exterior como la propia villa.