Enrique Notivol vive en Madrid, pero se instala en una casa familiar en La Cañada de Azón, un pueblo ficticio de Teruel de 234 habitantes, para salir del vértigo urbanita y olvidar a su exnovia. Él, un hípster declarado, llega a la ‘España Vacía’ y termina convirtiéndose en alcalde.
Su historia plasmada en un libro a ratos hilarante, a ratos surrealista y sobre todo muy, muy real en el fondo, no acaba aquí. Daniel Gascón (Zaragoza, 1981 ) escribió ‘Un hípster en la España vacía’ (Literatura Ramdom House, 2020), con un gran éxito editorial. Tanto como para que Netflix se interesase por convertirlo en (posible) serie televisiva.
A la vida de los habitantes del pequeño municipio también le llegó la pandemia. A su pesar. Y con ella una segunda entrega literaria, ‘La muerte del hípster’ (Random House, 2021) donde la parodia y el humor vuelven a convertirse en ingrediente fundamental de las nuevas aventuras de Notivol y de sus vecinos, que incluyen la invención de una vacuna contra el maldito virus.
El escritor aragonés inaugura este sábado 23 de octubre el Programa de Tertulias Café Literario, que se celebrarán en Toledo a lo largo de los próximos meses, organizadas por el Ayuntamiento y la Asociación de Libreros, en colaboración con el Hotel Eugenia de Montijo, el Hotel Boutique Adolfo y la Posada de Sillería.
El encuentro con Daniel Gascón será doble. Por un lado, durante la mañana de este sábado, 23 de octubre, estará firmando libros en la librería Merlín del barrio toledano de Santa Teresa.
Por la tarde, a partir de las 17.30 horas se celebra una tertulia con el autor, en el Hotel Eugenia de Montijo abierta al público, previa inscripción en el correo toledolee@toledo.es
A Gascón no le es desconocida una región como Castilla-La Mancha. Durante su infancia vivió en Anchuras (Ciudad Real), debido al traslado profesional de su madre al municipio. Con él charlamos en una entrevista que sirve de ‘aperitivo’ al encuentro previsto con sus lectores en Toledo este sábado.
Un hípster en la España vacía (2020) y su muerte un año después… ¡Caray con los efectos del mundo rural despoblado!
(Risas) No lo había pensado así, pero sí, es verdad. Es una muerte metafórica. Es la muerte del hípster porque lo es un poco menos. Quería jugar un poco con esa idea.
¿Sigue teniendo algo de biográfico este segundo libro?
Igual tenía más el primero. Aunque me crie en la ciudad, también pasé mucho tiempo en pueblos. Entre los diez y los quince años viví en varios pueblos de Aragón y siendo muy pequeño pasé mis dos primeros veranos en un pueblo de Ciudad Real que se llama Anchuras. Fue el primer destino de mi madre como médico. Siempre dicen que es donde aprendí a hablar.
Anchuras es uno de los pueblos de la región que actualmente se encuentra en situación de extrema despoblación. Es algo que conoce muy bien…
Sí. De este lugar, aunque yo no estaba allí, recuerdo ver en los telediarios el conflicto del campo de tiro. De los pueblos de Teruel en los que viví recuerdo las pintadas contra un cementerio nuclear que se quería construir. Esa idea de los pueblos casi vacíos en los que se quieren poner las cosas que nadie quiere…
Tengo algo de hípster de ciudad, pero conozco el mundo rural y lo he utilizado exagerando y poniendo mucha fantasía. Tengo un primo de Zaragoza que tuvo una especie de iluminación rural y se fue a vivir al pueblo. Algunas cosas las he empleado, pero sobre todo hay mucha ficción, mucha literatura y mucha parodia. A veces lo más disparatado y delirante resulta ser lo más autobiográfico.
No sé si era inevitable que un maño que pasó momentos de la infancia en Ciudad Real o Teruel escribiera sobre la despoblación casi como grito de guerra
Hay una especie de corriente en muchos libros o canciones que me gustan, no solo de ahora sino del siglo XX en España que lo han tratado. Cuentas la despoblación y el traslado al mundo urbano: Sender, Delibes, Llamazares o José Antonio Labordeta que lo ha cantado. O Jesús Moncada.
Es un tema que ha recorrido la historia, pero también la cultura española. Estoy pensando en ‘El viaje a la Alcarria’ de Cela… En los últimos años gracias en buena medida al libro de Sergio del Molino y a la fragmentación de los partidos, le hemos prestado más atención, pero si escarbas encuentras muchos libros porque hay mucha gente que lo ha vivido.
Es como la aldea irreductible de Astérix, pero da la sensación de que La Cañada de Azcón, el lugar donde se desarrolla la novela, no es ni mucho menos una rara avis en España
Es verdad. Uso la comparación de la aldea gala porque el lugar puede reflejar muchos de los temas de la política o la cultura española y del mundo. La Cañada de Azcón es un pueblo que se parece a muchos, por eso no he querido darle el nombre de alguno de los que conozco, sino mezclar características que se repiten en la España interior.
Y hay temas arquetípicos: el forastero que llega, las visiones tan distintas sobre la Naturaleza entre el que tiene una imagen moderna e idealizada y el que la tiene más productiva. Es decir, el que la concibe como fuente de vida, de economía y de problemas.
En este libro hay unas cuantas jotas, además divertidísimas. No sé si también las canta
(Risas) No, todavía no. No me atrevo. En el primer libro había una versión en lenguaje inclusivo del ‘Canto a la libertad’ de José Antonio Labordeta y con ese si me atrevo porque es más fácil. La jota impone mucho.
El humor como hilo conductor que no resulta ni irrespetuoso ni insultante…
Para mí era importante que el humor fuera el tono dominante. Me permitía cierta libertad, reírme de todo sin que el libro resultase agresivo, aunque haya momentos de acidez, de sacar punta con un tono un poco gamberro.
Creo que son libros entrañables porque no hay malos. Y como la burla es universal, quería un tono amable.
Ese sentido del humor ha sido una constante en su trayectoria. ¿Cómo es de necesario en la creación literaria y periodística en los tiempos que vivimos?
Es siempre bueno porque permite ver las cosas desde varios puntos de vista y las descontextualiza. Ves aristas que de otra manera no encontrarías. A veces, cuando no tienes sentido del humor, el tiempo te lo termina poniendo. Y es una herramienta buena para encontrar contradicciones o matices. Es una licencia que te libera y que es compatible con aproximaciones más serias.
Y ese humor, ¿es lo único que les queda a los habitantes de Teruel, Soria o Cuenca, por poner algunos ejemplos o atisba esperanza en su futuro más próximo?
Creo que es muy importante que las cabeceras de comarca y las ciudades intermedias conserven su capacidad de ofrecer puestos de trabajo, afianzar servicios, que sea atractivo vivir en estos lugares. Ahí está la clave. En muchas cuestiones es una vida difícil por la distancia a los servicios, los problemas de conectividad… Aunque el tema salga mucho en los medios, los problemas específicos se ven poco porque tendemos a visiones desde el helicóptero.
También ya que pensar en las cosas que han mejorado desde los tiempos en que viví en estos lugares: hay mejor comunicación física e incluso internet que te permite acceder a una oferta cultural a la que antes había mucha más distancia. También permite posibilidades de interlocución que antes no estaban.
Muchos de esos pequeños pueblos que conozco también se han hipsterizado mejorando su oferta gastronómica, turística o cultural, por ejemplo. Pero a veces no se sabe si seguirán existiendo dentro de 80 años. Eso es muy duro y entiendo la desolación que produce a quien vive allí o al que tiene un sentimiento de pertenencia al lugar. No saber cuánto tiempo podrá seguir la escuela abierta es muy terrorífico.
¿Partidos políticos de la España vacía?: “Entiendo la reivindicación, pero puede haber un riesgo en fijarnos demasiado en los agravios, aunque los haya. Las soluciones tienen que ser conjuntas, con todo el territorio
España Vacía, España Vaciada, España abandonada… Usted es filólogo, ¿importa más el lenguaje o la realidad?
Bueno, creo que importa más la realidad, pero teniendo en cuenta que siempre nos relacionamos con ella a través del lenguaje. Todas las batallas políticas lo son por ponerle nombre a las cosas. Creo que a veces nos enzarzamos tanto en esa batalla que nos olvidamos de las cosas. Eso es lo que ha pasado con ese debate nominalista. Yo he usado España vacía porque creo que Sergio del Molino tuvo la inteligencia de encontrar ese nombre y, como dicen ahora, visibilizarlo.
En cambio, lo de ‘vaciada’ creo que intenta echar una culpa. Igual hay algo de culpa, pero también muchos factores no muy distintos a los de otros lugares de Europa. No me gusta tanto esa denominación, pero sigo un consejo que me dieron: “Elige tus batallas”. Y tampoco va a ser esa la mía.
Ahora se habla de un salto a la política de los vecinos de estas zonas para hacer valer sus derechos y necesidades. ¿Le sorprende?
No, no me sorprende. Vemos que en algunos lugares funciona el mecanismo ‘Qué hay de lo mío’ muy claramente. Les va bien. Por eso entiendo que haya gente que se plantee hacer lo mismo.
Lo que no entiendo es cuando alguien se atribuye un derecho porque tenían una lengua vernácula en el siglo XIV y los demás no pueden. También creo que un Estado tiene que ser muchas cosas. No solo tiene que haber una trama de afectos, o un mecanismo de solidaridad entre territorios o generaciones. La articulación debe ser mayor.
Al final lo que acabará sucediendo es que habrá partidos en estos lugares que necesitarán una coalición. Será una especie de 15M que inventó la democracia representativa y terminó en partidos nacionales.
Entiendo la reivindicación, pero puede haber un riesgo en fijarnos demasiado en los agravios, aunque los haya. Las soluciones tienen que ser conjuntas, con todo el territorio.
No tengo nada contra la descentralización y seguramente mi modelo ideal es el federal, pero me hace gracia que el nacionalismo catalán, después de mostrar su desprecio hacia otras partes de España en 2017, ahora encabecen la idea de la descentralización
Se habla ahora mucho de la descentralización como solución a parte de los males de la despoblación. ¿Cómo lo ve?
Me puede parecer bien, pero no creo que vaya a resolver el problema de la despoblación porque tampoco es que los ministerios muevan a demasiada gente ni que se vayan a solucionar los agravios territoriales. Ya sabemos quiénes son. A los nacionalismos periféricos, cuanto más les das, más te piden.
No tengo nada contra la descentralización y seguramente mi modelo ideal es el federal, pero me hace gracia que el nacionalismo catalán, después de mostrar su desprecio hacia otras partes de España en 2017, ahora encabece la idea de la descentralización. Creo que casi hay un intento de distraernos. Ahora, quienes más han desdeñado a la España interior quienes se convierten en adalides contra Madrid. No lo acabo de ver.
Sobre todo, es que no creo que solucionen ni los problemas de concentración ni los problemas territoriales.
Hablamos de una novela que tiene mucho de ensayo sobre el reto demográfico y otras muchas cuestiones
Un amigo me dijo que parecía un ensayo porque aparecen muchos de los temas de los que todos estamos pendientes, yo mismo cuando escribo en los periódicos, pero quería tratarlo de manera muy libre y disparatada. En el ensayo has de defender una postura y aquí opté por la idea de la ambigüedad cervantina: muchas visiones que chocan, te ríes de todas y aunque pueda verse un sesgo, no intentas decir que estoy es lo bueno y esto otro, lo malo.
Esa comicidad, el sarcasmo o las parodias sirven para repasar muchas de las cuestiones más candentes en los últimos años. Desde la política internacional, el independentismo, el feminismo, los derechos LGTBI, la cuestión de los refugiados, el cambio climático, lo religioso y lo laico o la propia pandemia que en La Cañada parece lo de menos…
Una de las partes más divertidas es ese espejo distorsionado de la realidad. El libro nace de imaginar la pandemia en este pueblo. He usado historias que me contaban: “A mi tío le han multado tres veces esta semana por ir al huerto”. Las medidas estaban diseñadas para la ciudad.
O la idea de todo el mundo haciendo Instagram Live en un lugar donde no hay conexión. O que eso de lo que tanto hablamos, el éxodo rural, aquí era justo al revés, venían de la ciudad que es donde estaba el virus y te lo traían. He podido contar de forma distinta estos temas que están en nuestro día a día: los fondos europeos, la vacunación… Lo hice para divertirme y para divertir.
Al protagonista, en todo caso, le queda mucho, mucho recorrido en el todavía incierto futuro de la España vacía…
Cuando me pongo a pensar en modo hípster creo que hay muchas más aventuras que le pueden pasar. Te encariñas con el pueblo, con los personajes… Después parece que la realidad te va dando argumentos. Ayer leía en ‘El Heraldo de Aragón’ que en un pueblo de 73 habitantes han contratado a un filósofo. Me gustaría, pero lo veremos. Le estoy dando vueltas. Al escribir este libro estaba encerrado. Quizá debería viajar, pero ya veremos.
Netflix se ha fijado en la historia y quizá los personajes den el salto a la televisión
Sí, también he trabajado como guionista y Netflix compró la opción. Hay muchos proyectos que salen y otros no. Oigo cosas, muy despacio pero todavía no sé nada en concreto. Me gustaría que se hiciera porque es bonito ver cómo los demás se re imaginan lo que tú has pensado. Y luego la historia tiene mucha influencia del cine de la televisión, en los gags, en la forma de contar las cosas. Me gustaría volver a ese otro medio. Me haría ilusión.
¿Alguna preferencia sobre quién podría encarnar a Enrique Notivol?
Es difícil, pero hay un actor que me gusta mucho y que es Vito Sanz. Sale en ‘La virgen de agosto’ de Jonás Trueba, con ese aire de ingenuo atribulado que creo que podría estar bien, pero hay muchos grandes actores.
Los libros, columnista en medios de comunicación, responsable de la edición española de la revista ‘Letras libres’… ¿Qué proyectos tiene ahora entre manos?
Celebramos los 20 años de la revista y tendremos un acto. Después tengo un libro de cuentos que se llama ‘El padre de tus hijos’ que está terminado y supongo que saldrá el año que viene. Es un registro con humor, pero no es el tono dominante. Es una especie de intimismo con algún elemento cómico, que lo llevo por defecto (risas), pero no es tan disparatado como este.