Actualmente son muchos los bares y restaurantes que apuestan por unir cultura y gastronomía incluyendo en su carta conciertos, obras de teatro o actuaciones infantiles. En Toledo, puedes tomarte algo disfrutando de música en directo o rodeado de exposiciones de pintura, fotografía o escultura.
Sin embargo, todo tiene un comienzo y podemos decir que esta moda arrancó en los años 90 en un lugar muy concreto: el Catavinos, situado en la Avenida de la Reconquista. Su dueño, el toledano Luis Martínez García, fue pionero en la unión de artes escénicas y hostelería, pero también en la apuesta por “el mayor viñedo del mundo, nuestra región”.
“Nunca he contado los vinos que llegamos a tener, pero unos 250, predominantemente de Castilla-La Mancha porque soy un enamorado de los vinos de la región. Tenemos una materia prima maravillosa”, asegura Martínez en una entrevista con Toledodiario.es tras cerrar su negocio debido a su jubilación.
El hostelero asegura que “no ha habido un crack” aunque a lo largo de la historia del Catavinos “ha habido momentos malos como la crisis de 2008 o hace unos años con la remodelación de la Avenida de la Reconquista, cuando esto parecía unas trincheras y no había quien entrara”, recuerda.
Así, la jubilación de Martínez ha puesto fin a un negocio “de toda la vida” ya que antes de que él cogiera sus riendas era el negocio familiar, el bar ‘Avenida’, que regentado por su padre abrió sus puertas en 1950. “Era el negocio más antiguo posiblemente de Toledo que haya permanecido con los mismos propietarios y dedicándose a la misma cosa”, explica, ya que aunque él se especializara en el mundo vitivinícola nunca dejó de lado otros aspectos, como la gastronomía. “En este barrio no había nada más, más adelante lo convertimos en restaurante, pero para los vecinos seguía siendo era el bar por lo que ahora me dicen que me echan de menos”, afirma el toledano.
Con el cierre del Catavinos, la Avenida de la Reconquista pierde un pedazo de su historia ya que el bar Avenida fue un hito, entre otras cosas, por tener “la primera televisión que hubo en todo el barrio, esto se llenaba para ver los partidos o las corridas”.
Sin embargo, cuando Martínez cogió las riendas en los años 90 el local de su padre pasó de ser una referencia en el barrio a ser conocido en toda la ciudad. “Fue cuando lo convertí en un establecimiento dedicado al mundo del vino y su entorno, algo pionero porque no había ningún establecimiento dedicado al vino en la ciudad”, explica Martínez cuya pasión vitivinícola le llevó a relevar a su padre tras su fallecimiento renovando el negocio familiar e incluyendo su otra gran pasión: la fotografía.
“Trabajé ocho años en el departamento de Fotografía del Círculo de Bellas Artes de Madrid llevando la gestión cultural, por eso se me daba bien organizar cosas”, recuerda un hostelero que organizó en su restaurante numerosas actuaciones musicales, pero también de magia, así como exposiciones y un gran abanico de catas haciendo honor a su nombre.
“Yo quería hacer una especie de plan educativo para que la gente valorara lo que tenemos aquí pero también los grandes vinos que se hacen en otros países como Turquía o la India. Llegó una época en la que el vino se había convertido en una cosa para snobs cuando no hace falta entender para que te guste un vino”, asegura Martínez. “Ahora lo que se lleva es saber el vino que te gusta, pero no tienes que tener mucha idea”.
Para fomentar el gusto por el vino, el toledano apostó por ofrecer a sus clientes “nociones didácticas”. “Es importante tener frescos los vinos, hablar con la gente, explicar y saber recomendar”.
Además, el Catavinos fue escenario de catas de todo tipo: de vinos de diferentes países, del mismo vino pero de diferentes años para conocer la evolución de una misma marca, catas con bodegueros, catas con tipos de variedades o catas a ciegas con copas negras, entre otras.
“Llegamos a organizar hasta catas mágicas", recuerda Martínez para quien lo importante siempre fue difundir la cultura del vino entre todos los públicos. “A mi no me importa que la gente se tome el vino con coca cola, o gaseosa porque poco a poco el dulce se va eliminando de las preferencias gustativas, te cansas y buscas cosas más secas, por eso hay que saber recomendar y a quien no le gusta ofrecerle vinos más afrutados y semidulces”.
Tal y como reconoce el toledano, para recomendar el personal de hostelería debería ser el primero con nociones vitivinícolas. “Lo que hace falta es vender el mundo del vino, que los camareros estén más preparados y que los bares cuiden más los vinos, refrigerándolos bien y sin tenerlos abiertos mucho tiempo”, detalla.
“La hostelería va desgastando”
Martínez nació, se crió y se ha jubilado detrás de la barra, siempre compaginándolo con la fotografía. “Nací en el bar de mi padre y con 8 años ya estaba ayudando a mi familia con el negocio familiar, picando hielos, sirviendo cañas”, recuerda un hostelero que reconoce las dificultades del sector. “Mi padre trabajó como un esclavo como estaba yo últimamente, por lo que tras la pandemia dije: aquí me meto hasta que me jubile y he llegado muy cansado”, explica.
“La hostelería es muy difícil… Estás en contacto directo todos los días con mucha gente y va desgastando”, afirma un toledano cuya ilusión le permitió construir un tipo de negocio totalmente diferente y novedoso. “Traía vinos de todos lados, hasta de la India, donde viajaba a hacer fotos y cada vez que iba traía alguno porque allí hay unos vinos maravillosos pero la gente no los conoce”, recuerda. “En Turquía encontré en una tienda del aeropuerto de Estambul un vino con la misma marca que el mío: ‘Corpus’ y también lo traje al restaurante”.
La carta de vinos y la cultural siempre diferenciaron a un Catavinos donde la decoración también era singular. “Mis fotografías estuvieron decorando el bar, algunas eran antiguas, del bar de mi padre, otras con artistas que habían pasado por aquí o de mis viajes, las cambiaba continuamente y llamaban mucho la atención de los clientes”, cuenta Martínez.
El toledano llegó a incorporar ‘la foto del día’ en la carta. “Hay una diferencia muy grande entre tener un negocio personalizado a tener un encargado”, asegura. “Lo más fácil para mí siempre ha sido hacer fotos por lo que nunca lo dejé, de hecho hice el proyecto fotográfico ‘Fotos desde atrás’ con el que recopilé una colección inmensa de fotos de gente que pasaba por el bar”, explica Martínez quien asegura que algún día publicara esas instantáneas que recogieron a las cientos de personas que pasaron por el Catavinos.
Con el cierre de este bar, la Avenida de la Reconquista pierde un pedacito de su historia, uno de los negocios que nació con el barrio.
Lejos de la melancolía, Martínez mira al futuro con optimismo ya que nos adelanta que muy pronto su local volverá a revitalizar esta zona de Toledo con un nuevo negocio también de hostelería. “Vamos a alquilar el local y ya estamos estudiando varias propuestas porque del Catavinos espero que seleccionemos bien el proyecto que se abrirá aquí y la persona que lo gestione”, detalla el toledano quien avanza que será alguien “conocido, con prestigio y bagaje en Toledo”.