Era junio de 2019, hacía viento y las temperaturas alcanzaban los 40ºC cuando los vecinos de Toledo y los municipios de alrededor vieron cómo una columna de humo negro se elevaba en el horizonte creciendo sin parar. A los pocos minutos saltaba la noticia y se declaraba un incendio forestal que quemó 1.600 hectáreas y que dejó unas imágenes angustiosas con las llamas tocando las puertas de los vecinos de Montesión, que tuvieron que ser desalojados.
Un año después, la Fundación Soliss, el Gobierno de la Junta, el Ayuntamiento de Toledo y la UCLM, firmaron un acuerdo publicitado en los medios de comunicación, por el que constituían el Observatorio del Incendio de Montesión. Se entiende que la Universidad sería financiada por las otras tres partes para como ellos mismos aseguraban “hacer un seguimiento a través de su página web de la regeneración de los terrenos afectados”.
Si visitamos la página web hoy (https://observatoriomontesion.es/) nos encontraremos con una herramienta prácticamente abandonada. En ella, sólo podemos encontrar algunas fotos que se hicieron hasta el año 2020 sin explicación o interpretación alguna careciendo por tanto de valor divulgativo. En la propia web, se define como “el primer observatorio de la evolución de una gran superficie afectada por un incendio forestal, y constituye por ello un proyecto pionero en lo divulgativo y en lo científico”.
Se entiende que la Fundación Soliss participó en esto como un acto de filantropía, si puso la pasta, poco más le podemos exigir. Pero la desidia del Ayuntamiento de Toledo y peor aún de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, que es la que tiene competencias en materia forestal, es la responsable de esta nefasta gestión del Observatorio, sin excluir a la UCLM, que algo tendrá que decir.
Más allá del lamentable abandono del observatorio como plataforma divulgativa, resulta aún más indignante la nula gestión de la Junta en materia de restauración. De acuerdo con la ciencia forestal, es casi imposible que un paraje como el afectado con un escaso régimen de lluvias, bastante pendiente y con presencia de herbívoros sea capaz de regenerarse por sí sólo. En el mejor de los casos, tendremos un precioso monte bajo, para los no expertos matorral, provocado por el rebrote de las encinas quemadas, y desde luego la desaparición de los enebros, puesto que no rebrotan. Una formación forestal bastante fácil de incendiar nuevamente.
Es muy probable que la margen del Tajo quemada sufra la misma suerte que la margen que tiene en frente: erosión y degradación de las características del suelo que la lleven a sólo poder albergar el popular esparto, una hierba de usos ancestrales, pero con unos valores ecosistémicos mucho menores que las encinas y enebros, por su incapacidad para proveer de sombra, frutos o regular la temperatura del entorno.
Quizás, la Junta, debería tomar nota y en lugar de despedir a un número nada desdeñable de bomberos forestales tras la temporada estival, emplearlos en tareas de mantenimiento y restauración de las zonas degradadas.
Artículo de Jose Luis Resuela González, investigador del Centro de Biotecnología y Genómica de Plantas y miembro del grupo territorial del Movimiento Sumar Toledo