ALTAVOZ VECINAL | Valparaíso cumple 30 años

Imagen de la revista 'Azud' de junio de 2006 / Imagen: CMF

El 3 de marzo de 1995, es decir, hace 30 años, el que suscribe durmió la primera noche en el barrio de Valparaíso. Y llegué horas después que Félix Gómez Ros y familia, fallecido hace tres semanas y a quien dedico este recuerdo y mi oración. El eslogan a la entrada decía “viva en Toledo rodeado de la naturaleza”. Totalmente cierto, pues no había nada de nada. Lo más cercano a la civilización eran cuatro autobuses urbanos diarios que llegaban a Vistahermosa, a un kilómetro aproximadamente de nosotros. Los dos primeros años no se repartía el correo y tuve que pagar un apartado hasta que comenzaron a partir dos días a la semana y después diariamente. El pan lo traían en una furgoneta de un pueblo limítrofe. Paco, el vigilante, se situaba en la cima de la calle de La Encina para vigilar entradas y salidas del barrio.

Las autoridades tuvieron que construir ilegalmente el vertedero provincial y la planta de compostaje junto a La Legua para que nos constituyéramos en la Asociación Vecinal (AVV) Río Chico. A un grupo de poco más de una docena de personas nos tocó tirar del carro e ir dando forma y conseguir servicios para el barrio. Actualmente tenemos autobús cada media hora desde hace bastantes años, buzón de correos, Mercadona, Iglesia, clínica dental y veterinaria, tinte, tres cafeterías y terrazas, gasolinera, farmacia, gimnasio y las dos joyas de la corona: el centro cívico y el colegio público. El centro cívico aún infrautilizado, pues se abre tres horas al día con cargo a Río Chico y no dispone de funcionario, el único de la ciudad así, y esto después de aprobar desde hace más de una década por todos los grupos políticos y por unanimidad que lo van a hacer. Penoso y punible. Un engaño

En lo negativo, podía citar el no arreglo de los adoquines de la arteria principal, Avenida del Madroño, falta de papeleras en sitios estratégicos, reposición de árboles, pintar dos plazas de aparcamiento para las personas con discapacidad en esa avenida. Solo las hay junto a la iglesia. Poner algún autobús más los sábados por la tarde, pues es un barrio joven con muchos chavales y jóvenes, dos puntos de luz para el campo de fútbol y por el número de cartillas nos corresponde ya un centro de salud. Terrenos hay.

Echo también de menos una jornada de convivencia y limpieza al año de la cuneta de la calle principal. Implicando a la Junta para que nos dieran bolsas y guantes y al Ayuntamiento instalando contenedores. Y después de la limpieza y trabajo, cómo no, unas migas, pero primero currar. Echo de menos caminatas por el Camino del Molino al Egido que conduce a Bargas utilizando el arroyo de Las Zorreras o popularmente conocido como Salchicha. Que se sepa que se abrió al público después de un juicio por prepotencia y chulería del dueño de la finca. Echo de menos los concursos de pintura y literatura en las fiestas del barrio, que los pequeños conozcan dónde está lo que llamamos los toledanos el río Chico y la relación que tiene con Toledo. Seguramente que muchos padres desconocen aún dónde está y qué significa. Y echo de menos una jornada de convivencia íntegra con los vecinos de La Legua y Vistahermosa. Barrios que aglutinan y suman la no desdeñable cifra de más de 6.000 habitantes.

En definitiva, que sepan que nada vino por sí solo, que el barrio se ha transformado gracias al esfuerzo de unos pocos y que Río Chico jugó un papel decisivo en la construcción y evolución del barrio poniéndolo además en el mapa de la ciudad. Y que sobran aquellos incívicos, guarros y cerdos- no de granja precisamente - que arrojan los botes de bebida donde les place, no retiran los excrementos de sus mascotas en la calle y arrojan la basura fuera de los contenedores.

Carlos Martín-Fuertes, ex presidente de la Asociación Vecinal (AVV) Río Chico