En Alberche del Caudillo, en la provincia de Toledo, resulta igual de complicado encontrar señales de tráfico o carteles que incluyan el topónimo que hace referencia al dictador -Francisco Franco- como a vecinos o vecinas que apuesten por suprimirlo. Aunque se mantiene oficialmente, hace años que el nombre completo se eliminó de estos elementos e incluso un mural cerámico da la bienvenida a su entrada con otro 'apellido': 'Alberche, joven y acogedor'.
No obstante, en la plaza Mayor sí se puede encontrar una valla con un plano turístico que incluye el nombre completo de esta pedanía. Allí hay también una escultura que representa a una familia de colonos y un tótem que recoge una reseña histórica sobre su fundación -fechada oficialmente en 1957-, así como una relación de las casi 270 personas que llegaron desde 23 localidades del entorno, la mayoría de Calera y Chozas, municipio al que pertenece esta entidad de ámbito territorial inferior al municipio (EATIM).
La recién aprobada Ley de Memoria Democrática, en vigor desde este pasado mes de octubre, establece la obligatoriedad de suprimir los topónimos en recuerdo del dictador en este y otros siete de pueblos del país que todavía lo mantienen -uno de ellos en la provincia de Ciudad Real, Llanos del Caudillo-. Los cataloga como “elementos contrarios a la memoria democrática”, pues se trata de referencias de "exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar y de la Dictadura, de sus dirigentes, participantes en el sistema represivo o de las organizaciones que sustentaron al régimen dictatorial”.
Tres meses para cambiar de nombre
En este sentido, Eduardo Ranz, un abogado que representa a víctimas del franquismo, apunta a elDiario.es que "la ley concede tres meses para cambiar de nombre". "Si no, se trataría de una infracción grave de la ley y el municipio se expone a una sanción de hasta 10.000 euros”, señala Ranz, que ya en 2016 denunció a los alcaldes y alcaldesas de estos pueblos al no tomar medidas para eliminar los topónimos, una iniciativa legislativa que fue finalmente desestimada.
Por su parte, la actual alcaldesa de Alberche del Caudillo, Ana Rivelles, del PP, prefiere no ofrecer declaraciones sobre un tema que vuelve de vez en cuando a un pueblo que cuenta con unos 1.700 habitantes y en el que los 'populares' gobiernan desde el 2015. Hasta ese año, los tres alcaldes del PSOE que hubo desde 1979 tampoco emprendieron ninguna acción para eliminar un topónimo que, por lo general, no es una de las preocupaciones de sus habitantes.
¿Qué opinan sus vecinos y vecinas?
“Da igual que seamos de izquierdas que de derechas, coincidimos en que queremos mantener el nombre del pueblo”, afirman dos mujeres de mediana edad que prefieren reservar su nombre. Aunque señalan que Franco “pudo hacer cosas mal”, se sienten agradecidas porque sus familias pudieran comenzar una nueva vida en esta localidad que integra junto a Talavera la Nueva (también creado en estos años) la Zona Regable del río Alberche.
Otros vecinos y vecinas del pueblo, que también supone "un municipio dormitorio" de Talavera de la Reina, situada a poco más de 10 kilómetros, lamentan que "solo se hable de Alberche por este tema". "Que se preocupen del gasoil, de la luz o de la gente que pasa hambre, pero del nombre de un pueblo...", expresa en consonancia una joven pareja que también prefiere mantener su anonimato.
Así lo refrenda también Julián Alfaro, quien se trasladó “en 1954” con sus padres desde Talavera a este pueblo cuando solo tenía 9 años. “Nos dio a los pobres una casa y una parcela y hay que agradecérselo”, expone una de las primeras personas que llegó a Alberche del Caudillo, donde en el otoño de 1953 comenzaron a residir familias en los barracones ubicados al oeste del casco en construcción, según recoge el profesor José Cardona Andújar -exdirector de la UNED en Talavera y natural de este pueblo- en el libro que realizó por el 50 aniversario oficial de su creación ('Alberche. Historia de un pueblo, 1957-2007').
Los recuerdos que conserva de estos años Alfaro son “malos”, pero también valora que pudieran disponer cuando llegaron de “una yegua, abono, simiente... de todo” para poder sobrevivir. A él, dice, le da igual si se cambia o no el nombre del pueblo: “Ni soy del caudillo, ni del PP ni del PSOE. A mí no me mató a nadie y no guardo rencor, pero el que lo tenga pues tendrá razón”, añade.